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El libro de las enfermedades alérgicas

Editores: Dr. José Manuel Zubeldia, Dra. M.ª Luisa Baeza, Dr. Tomás Chivato, Dr. Ignacio Jáuregui y Dr. Carlos J. Senent

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El libro de las enfermedades alérgicas

Editores: Dr. José Manuel Zubeldia, Dra. M.ª Luisa Baeza, Dr. Tomás Chivato, Dr. Ignacio Jáuregui y Dr. Carlos J. Senent

Sección III / Capítulo 9

La alergia a la humedad: los hongos ¿qué son y cómo evitarlos?

Resumen

Resumen
  • Los hongos constituyen un grupo complejo de seres microscópicos, dotados de núcleo, generalmente pluricelulares (salvo las levaduras), que se agrupan en el reino Fungi, distinto e independiente del que engloba a las plantas y los animales.
  • Se conocen decenas de miles de especies, de las cuales solo unas pocas son capaces de provocar enfermedades alérgicas.
  • Los cuatro hongos más importantes en este aspecto son Alternaria, Cladosporium, Aspergillus y Penicillium.
  • Son ubicuos, ya que pueden encontrarse en casi todas las regiones del planeta, tanto en el aire ambiente como en las viviendas.
  • Son responsables de numerosos casos de rinitis, rinoconjuntivitis y asma de carácter crónico y sin clara estacionalidad, aunque también pueden producir otras enfermedades alérgicas más raras, como las neumonitis por hipersensibilidad y las micosis broncopulmonares alérgicas.
  • El diagnóstico de estos procesos no es fácil, y debe dejarse en manos del alergólogo, quien se basará en la historia clínica, las pruebas cutáneas, el análisis de la presencia de anticuerpos de la clase IgE en el suero del paciente frente a los hongos y, en raros casos, en las pruebas de provocación (conjuntival, nasal o pulmonar).
  • La prevención es tarea harto difícil, dada su presencia universal, por lo que se recomienda evitar los lugares donde las concentraciones de esporas pueden ser elevadas y tomar una serie de medidas de higiene ambiental en los domicilios, para así disminuir al máximo la colonización por hongos.
  • Para controlar las manifestaciones clínicas de la enfermedad alérgica por hongos se utilizarán los fármacos necesarios (antihistamínicos, corticoides, broncodilatadores, antileucotrienos, etc.).
  • El empleo de vacunas antialérgicas en casos seleccionados es la única forma de modificar el curso de la enfermedad, aunque este es un campo en el que cabe previsiblemente esperar avances importantes en los próximos años, debido a la progresiva introducción de vacunas compuestas por alérgenos individualizados.

Preguntas y respuestas

Resumen

¿Qué son los hongos?

En general hablamos indistintamente de hongos y setas y consideramos que existen dos grupos: los comestibles y los venenosos. Sin embargo, los hongos son unos organismos muy particulares y diversos, y las setas son solo las fructificaciones o los cuerpos fructíferos de ciertos hongos. Si hiciéramos un símil con las plantas, los hongos serían el árbol y las setas, sus frutos.

Los hongos son un grupo variado y heterogéneo de seres cuya compleja clasificación la estudia la ciencia denominada micología. Podemos apuntar una serie de características comunes a estos seres vivos:

  • Sus células poseen núcleo, donde se encuentran los cromosomas; es decir, son organismos eucariotas.
  • Aunque hay especies, como las levaduras, con un único núcleo, generalmente son organismos multinucleados.
  • En ocasiones el cuerpo, también llamado talo, es unicelular con varios núcleos; otras veces está dividido en varias células (hifas) con aspecto filamentoso y se denomina micelio.
  • El talo puede no tener pared (desnudo) o tenerla de quitina o celulosa.
  • Se reproducen por esporas (al igual que las algas), que pueden ser fijas o móviles, sexuales o asexuales. Su tamaño oscila entre 2-3 µm hasta 500 µm, con un promedio de 2-10 µm. En muchas ocasiones, las esporas se producen en formaciones microscópicas, aunque en otras no es así. De hecho, como se ha mencionado antes, las setas no son sino plataformas para dispersar las esporas al medio ambiente.
  • A diferencia de las plantas, no poseen clorofila y se alimentan por absorción de nutrientes de su entorno.
  • Se conocen aproximadamente 500.000 especies de hongos, aunque probablemente existan entre 1 y 1,5 millones de ellas.
  • La inmensa mayoría de los hongos son saprofitos, descomponen la materia muerta. Varios miles de especies provocan parasitación y enfermedades en las plantas; unas decenas de especies provocan infección en el hombre (micosis) y solo unas cuantas (menos de 50 especies, probablemente) son capaces de desencadenar enfermedades alérgicas. Por todas las características descritas, actualmente se considera que estos microorganismos están más cercanos a los animales (reino Animalia) que a las plantas (reino Plantae), aunque se clasifican en un reino aparte denominado Fungi.

Este reino Fungi donde hoy se encuadran los denominados hongos verdaderos se divide en cuatro filos, a saber: Chytridiomycota, Basidiomycota, Zygomycota y Ascomycota.

Esta clasificación agrupa los hongos que tienen una reproducción sexual. Dado que un elevado número de especies solo se reproducen de forma asexual, se ha creado una categoría de hongos imperfectos o Deuteromycotina, entre los cuales se encuentra la gran mayoría de los que son patógenos para el hombre y los animales. Son numerosos los hongos que comparten ambos tipos de reproducción y se integran simultáneamente en dos divisiones diferentes. En micología médica se suele emplear el nombre que identifica la forma de reproducción asexual, dejando el resto de las complejidades de la taxonomía de los hongos a los micólogos.

Fuera de las viviendas
Hojas en descomposición (bosques, invernaderos, pilas de compost)
Pastos, césped, heno, paja, granos y harinas (cortar el césped, segar, cosechar, y trabajar en graneros, establos, molinos, panaderías)
Tormentas de aire con polvareda (reflotan las esporas)
Dentro de las viviendas
Casas de veraneo, cerradas gran parte del año
Sótanos o bodegas húmedas
Cuartos de baño con ventilación insuficiente
Papeles pintados y frisos sobre paredes húmedas
Manchas de humedad (manchas negras) en las paredes
Marcos de ventanas con condensación importante
Materiales textiles con humedad
Alimentos almacenados
Humidificadores y sistemas de aire acondicionado

Tabla 1. Fuentes de esporas fúngicas

¿Es lo mismo alergia a los hongos, a los mohos o a la humedad?

Los hongos que forman micelio, es decir los denominados hongos filamentosos o miceliares, son los denominados mohos. Los mohos carecen de estructuras macroscópicas reproductivas, pero pueden formar colonias visibles (típicas manchas de humedad en las paredes, o la clásica pelusa que se forma en los alimentos) u otros tipos de crecimiento vegetativo.

Podemos afirmar que los hongos alergénicos, es decir, los causantes de enfermedades alérgicas, son todos ellos mohos.

Se denomina humedad ambiental a la cantidad de vapor de agua presente en el aire. Se puede expresar de forma absoluta mediante la humedad absoluta, o de forma relativa mediante la humedad relativa o grado de humedad.

Es correcto hablar de alergia a los hongos, y de hecho es el término más extendido, aunque sería más específico si habláramos de alergia a los mohos. En lenguaje no científico se suele hablar de alergia a la humedad, debido a que en la mayor parte de los casos los mohos crecen y se reproducen en ambientes con elevada humedad, pero es evidente que esta per se no desencadena ningún proceso alérgico.

¿Desde cuándo se conoce la alergia a los hongos?

Los médicos hipocráticos ya hablaban de enfermedades compatibles con la alergia a los mohos, aunque la primera descripción de que se tiene conocimiento data de comienzos del siglo XVIII, cuando sir John Floyer en 1726 asoció los síntomas asmáticos de una serie de personas con el hecho de haber visitado unas bodegas donde había una elevada humedad y gran cantidad de mohos.

Charles Blackley, a quien debemos la identificación de los pólenes como alérgenos causantes de rinitis y asma estacional, describió también la aparición de catarro bronquial tras la inhalación de esporas de Chaetomium y Penicillium.

En 1924 Van Leeuwen relacionó la aparición de síntomas asmáticos en la población con la presencia de esporas fúngicas. Como curiosidad cabe señalar que este investigador trabajaba en el hospital St. Mary de Londres, y su laboratorio estaba situado justo debajo de donde trabajaba el Dr. Alexander Fleming. Al parecer, este último dejó la ventana de su laboratorio abierta cuando salió para acudir a una jornada cinegética, ya que era un gran aficionado a la caza. Entonces se produjo fortuitamente la contaminación de sus cultivos de Staphylococus aureus con esporas de Penicillium procedentes del laboratorio de Van Leeuwen. La observación de que la contaminación por este hongo inhibía el crecimiento de las colonias de la bacteria en el medio de cultivo fue el origen del descubrimiento de la penicilina.

En la década de 1930 Prince y Feinberg observaron que en el aire había una gran cantidad de esporas fúngicas y demostraron que muchos de sus pacientes asmáticos presentaban pruebas cutáneas positivas con los extractos de hongos.

Por último, se demostró que la inhalación de esporas de determinados hongos (Alternaria o Penicillium) en concentraciones similares a las existentes en el medio ambiente podía provocar asma en pacientes sensibilizados.

¿Dónde habitan los hongos, y de qué factores depende su crecimiento y dispersión?

El tiempo húmedo favorece el crecimiento de los hongos, mientras que el tiempo soleado y ventoso, la diseminación de las esporas; la nieve reduce considerablemente ambos hechos. En climas cálidos y húmedos los hongos están presentes en gran cantidad a lo largo de todo el año. En zonas templadas, las esporas de hongos se encuentran en su mayor concentración a finales de verano.

La concentración de esporas en el aire es muy variable (200-1.000.000/m3 de aire); puede superar de 100 a 1.000 veces a la cantidad de granos de polen presentes en la atmósfera, y depende en gran medida de las condiciones de temperatura, humedad y corrientes de aire.

Los recuentos de esporas son generalmente más bajos en los interiores que en el exterior. Las esporas en el interior de las viviendas proceden del exterior y de posibles focos de crecimiento interior.

Puesto que los hongos son capaces de descomponer, degradar y aprovechar la celulosa, el almidón y la materia orgánica, la presencia de estas favorece su crecimiento (graneros, establos, invernaderos, silos, almacenes de alimentos, etc.).

En el interior, la humedad es el factor decisivo para el crecimiento de los hongos, de ahí el uso común de la frase alergia a la humedad. Como norma general, se debe advertir al paciente diagnosticado de alergia a hongos que evite todos los lugares cerrados donde se perciba el clásico olor a moho (figura 1).

Los hongos que crecen en los humidificadores o en los filtros de los sistemas de aire acondicionado se pueden diseminar con facilidad por toda la vivienda y el edificio, por lo que se consideran uno de los responsables principales del síndrome del edificio enfermo, aunque sería mejor denominarlo síndrome del edificio que hace enfermar.

Figura 1. Lugares propicios para el crecimiento de hongos en el domicilio

Figura 1. Lugares propicios para el crecimiento de hongos en el domicilio (Créditos, F. 40)

¿Qué hongos producen alergia?

Pese a la enorme cantidad de especies de hongos presentes en la atmósfera, son escasos los que tienen una verdadera importancia clínica como productores de enfermedades alérgicas.

Se podría afirmar que los principales hongos alergénicos pertenecen a menos de una docena de géneros, a saber: Alternaria, Aspergillus, Cladosporium, Penicillium, Helminthosporium, Epicoccum, Fusarium, Rhizopus y Mucor.

De todos estos géneros, los cuatro primeros son los que tienen verdadera importancia clínica.

Alternaria y Cladosporium están considerados como hongos de presencia predominante en el exterior. Penicillium y Aspergillus, sin embargo, son más abundantes en el interior de las viviendas.

El género Alternaria es probablemente el más importante desde el punto de vista alergológico. La especie Alternaria alternata o tenuis es una de las más abundantes en nuestro país y también la más estudiada (figura 2).

Figura 2. Esporas de Alternaria alternata. Microscopía electrónica de barrido (x 855 aumentos)

Figura 2. Esporas de Alternaria alternata. Microscopía electrónica de barrido (x 855 aumentos) (Créditos, F. 41)

Predomina en ambientes exteriores; la liberación de sus esporas alcanza sus picos en días secos a finales de verano y otoño. Es muy común y de distribución universal, y es saprofita en plantas, abonos, maderas, alimentos, tejidos y diferentes sustratos del suelo. Además, como fitopatógeno (microorganismo que genera enfermedades en las plantas) afecta a patatas, tomates, cebollas, etc., y es visible por unas características manchas negras. Su temperatura óptima de crecimiento se sitúa alrededor de los 25 °C.

En el momento de redactar este capítulo se habían clonado una serie de alérgenos de Alternaria alternata, concretamente 13; la mayoría de ellos son alérgenos menores, es decir, que sensibilizan un porcentaje muy bajo de pacientes. La nomenclatura de los alérgenos se compone de las tres primeras letras del género, seguidas de la inicial de la especie en minúscula a la que sigue un dígito. El alérgeno mayor de Alternaria alternata se conoce como Alt a 1, y sensibiliza entre el 82 y el 98 % de los pacientes alérgicos a Alternaria.

El género Cladosporium es cosmopolita y muy abundante, de tal forma que los agregados de sus esporas superan, con cifras superiores a 50.000/m3, al resto de partículas biológicas. Es saprofito de vegetales y parásito de espinacas, plátanos y tomates. La temperatura óptima de crecimiento ronda los 20 °C. La especie más importante desde el punto de vista alergológico es Cladosporium herbarum (figura 3). De esta especie, a día de hoy se han identificado 14 alérgenos, todos ellos menores, salvo Clad h 8, que es reconocido por el 57 % de los pacientes alérgicos a esta especie.

Figura 3. Esporas de Cladosporium herbarum. Microscopía electrónica de barrido (x 2.265 aumentos)

Figura 3. Esporas de Cladosporium herbarum. Microscopía electrónica de barrido (x 2.265 aumentos) (Créditos, F. 42)

El género Penicillium, del cual se conocen más de 250 especies, es uno de los más comunes y de distribución más amplia (figura 4). Lo encontramos como saprofito en el suelo, materia vegetal, fruta y papel en descomposición. Las colonias son aterciopeladas verdosas, y la temperatura óptima para su crecimiento alrededor de los 25 °C, pero su crecimiento es viable entre 5 y 37 °C. Penicillium chrysogenum fue el primer hongo que se utilizó para obtener penicilina.

Figura 4. Esporas de Penicillium. Microscopia electrónica de barrido (x 3.610 aumentos)

Figura 4. Esporas de Penicillium. Microscopia electrónica de barrido (x 3.610 aumentos) (Créditos, F. 43)

Aunque su importancia como alérgeno es considerable, es un hongo poco estudiado en la actualidad desde este punto de vista.

El género Aspergillus es uno de los hongos más abundantes y ubicuos en el entorno humano. Engloba 132 especies diferentes y es, junto al anterior, el hongo predominante en interiores.

Figura 5. Esporas de Aspergillus fumigatus. Microscopia electrónica de barrido (x 1.200 aumentos)

Figura 5. Esporas de Aspergillus fumigatus. Microscopia electrónica de barrido (x 1.200 aumentos) (Créditos, F. 44)

La especie más importante desde el punto de vista alergénico es Aspergillus fumigatus (figura 5), que crece como saprofito con distribución universal. Tolera un amplio rango de temperaturas en su crecimiento (12-52 °C), y la temperatura óptima es de alrededor de los 40 °C. Es un hongo que puede producir parasitación y deterioro en frutas almacenadas e infecciones en diversas clases de ganado; y en el hombre, cuadros de alergia (rinoconjuntivitis, asma), neumonitis por hipersensibilidad o alveolitis alérgicas extrínsecas, aspergilosis broncopulmonar alérgica, infecciones localizadas (aspergiloma) o generalizadas (aspergilosis invasiva).

El alérgeno mayor Asp f 1 reacciona con el 85 % de los pacientes alérgicos a este hongo. Otro alérgeno también considerado como mayor, ya que reacciona con el 94 % de los sueros de pacientes alérgicos, es el denominado Asp f 3.

¿Qué síntomas produce y cómo se manifiesta la alergia a los hongos?

Los hongos como responsables de enfermedades alérgicas, al igual que los pólenes, los ácaros o los productos derivados del pelo o caspa de animales, pueden dar lugar a las denominadas reacciones de hipersensibilidad inmediata, reacciones de tipo I o reacciones mediadas por el anticuerpo IgE, que son las que se describirán en este capítulo (figura 6).

Sin embargo, los mohos u hongos son responsables también de otras enfermedades que estudia la Alergología.

Estas enfermedades de mecanismos inmunológicos complejos afectan principalmente al aparato respiratorio. Son en muchos casos de origen laboral u ocupacional, y se engloban en las denominadas neumonitis por hipersensibilidad o alveolitis alérgicas extrínsecas.

Otro grupo de enfermedades alérgicas producidas por hongos constituyen las que se conocen como micosis broncopulmonares alérgicas, producidas la mayoría de ellas, aunque no todas, por el Aspergillus fumigatus.

Para más información sobre estos raros cuadros de alergia respiratoria a los hongos el lector puede consultar el capítulo 15 de esta misma obra.

La alergia tipo I a los hongos afecta fundamentalmente a la mucosa conjuntival, nasal y bronquial.

Los hongos son aeroalérgenos, es decir, se transmiten a través del aire; se denominan también neumoalérgenos (del griego pneuma: ‘hálito’, ‘aire’, ‘viento’).

La aparición de los síntomas no tiene el carácter periódico y estacional de la alergia a los pólenes, ya que la presencia de las esporas en la atmósfera se puede extender a lo largo de todo el año, y sus concentraciones dependen de factores climáticos (viento, humedad, temperatura), así como del lugar donde se encuentre el paciente (aire libre o interior), ya que como se ha comentado anteriormente, hay recintos donde puede existir en el aire una gran carga de alérgenos fúngicos.

Figura 6. Espectro de la alergia a los hongos

Figura 6. Espectro de la alergia a los hongos

Si bien no debe descartarse la aparición de conjuntivitis aislada por alergia a esporas de hongos, generalmente se asocia a rinitis, lo que se denominaría rinoconjuntivitis, que se manifiesta con la sintomatología típica de prurito óculo-nasal, enrojecimiento conjuntival, lagrimeo, obstrucción nasal, estornudos y mucosidad generalmente líquida.

Esta sintomatología, en ocasiones, es la única manifestación de alergia, pero en otros pacientes se puede asociar a traqueobronquitis con tos seca, bronca, espasmódica; en los casos más graves, el paciente puede presentar asma con la sintomatología clásica de disnea, opresión torácica, tos y ruidos torácicos sibilantes.

Dentro del asma alérgica, probablemente los casos más graves, muchos de ellos con desenlace infausto, se deben a alergia a los hongos.

Aunque se ha especulado mucho sobre la asociación de las reacciones alérgicas o de hipersensibilidad a los hongos con determinados síntomas digestivos, nada se ha podido demostrar hasta la actualidad en ese campo.

Lo mismo cabe decir en cuanto a la participación de la alergia a los hongos en cuadros cutáneos como eccemas, eritema anular centrífugo, urticaria y angioedema: si bien ha sido defendida por algunos autores —sobre todo hace unas décadas—, en el momento actual no se dispone de pruebas convincentes de que esto sea cierto.

¿Son frecuentes las enfermedades alérgicas producidas por los hongos?

Alrededor del 4 % de la población en Estados Unidos está sensibilizada a alérgenos de Alternaria alternata, y se ha observado que un alto porcentaje de pacientes asmáticos muestra reactividad cutánea frente a antígenos de uno o más hongos.

Estudios llevados a cabo en Europa a finales del siglo XX, por medio de pruebas cutáneas con extractos de Alternaria y Cladosporium, mostraron valores muy variables, desde el 3-4 % de Portugal y los países escandinavos hasta el 20 % en España.

Al parecer, el número de asmáticos con sensibilización a alérgenos fúngicos aumenta, aunque esto parece estar asociado al incremento de la potencia de los extractos fúngicos empleados en las pruebas cutáneas y a la mejoría en los estudios realizados.

La alergia de tipo I a los hongos no es tan frecuente e importante como la desarrollada frente a otros alérgenos inhalados. Se estima que alrededor del 8 % de los adultos y entre el 20 y el 25 % de los niños con alergia respiratoria son hipersensibles a los antígenos de los hongos. Los estudios epidemiológicos hacen suponer que la alergia fúngica en los niños es un fenómeno transitorio, asociado posiblemente a la inmadurez del sistema inmunitario infantil.

En zonas costeras de nuestro país, los alérgenos perennes o no estacionales más frecuentes son, sin duda, los ácaros del polvo doméstico; sin embargo, en zonas del interior lo son los hongos y, fundamentalmente, las esporas de Alternaria, considerada posiblemente la primera causa de asma alérgica no estacional, sobre todo en la infancia.

¿Cómo se diagnostica la alergia a los hongos?

El diagnóstico de la alergia a hongos se debe considerar en todo paciente que presente clínica de asma, rinoconjuntivitis, o ambas, y cuyos síntomas cursen con una aparición anárquica, sin que guarden un claro patrón estacional.

Esta sospecha clínica se puede ver reforzada si en la historia del paciente se recoge la aparición o un marcado incremento de sus síntomas al entrar en recintos donde, como se ha señalado previamente, por su microclima (humedad alta, almacenamiento de materia orgánica, calor y, en ocasiones, falta de luz), las concentraciones de esporas fúngicas pueden alcanzar niveles muy elevados.

Ante esta sospecha clínica, las pruebas cutáneas o determinaciones de laboratorio constituyen los métodos de confirmación, como con otros aeroalérgenos (pólenes, ácaros, caspa o epitelios de animales).

El método de prueba cutánea que se usa de forma generalizada es el denominado prick-test. Consiste en la aplicación sobre la superficie de la piel de una pequeña gota del extracto alergénico, a través de la cual se punciona con una lanceta de punta muy corta, que no llega a alcanzar la dermis; por tanto, si se realiza de forma adecuada, no debe provocar en ningún caso sangrado. Es una prueba prácticamente indolora y bien tolerada por los pacientes.

Esta prueba ha sustituido prácticamente las pruebas intradérmicas, en las cuales se inyectaba 0,02-0,03 ml del extracto alergénico en la dermis. Esta prueba era más engorrosa en su realización, más dolorosa, daba mayor número de falsos positivos y podía resultar incluso peligrosa en pacientes con una elevada sensibilidad a los hongos.

En el momento actual, los extractos diagnósticos de los diversos hongos no están tan bien caracterizados en cuanto a su composición y potencia alergénica como otros alérgenos, por ejemplo, los pólenes. Hay variaciones importantes relacionadas con las condiciones externas de los cultivos, como el tiempo y la temperatura de incubación, el pH o las concentraciones de nitrógeno y carbohidratos en el medio de cultivo.

Los extractos alergénicos de hongos se caracterizan por su variabilidad y a menudo su actividad biológica resulta poco predecible. Los alérgenos de los hongos se pueden obtener del micelio, de las esporas o del propio medio donde se produce su cultivo. Muchos de los componentes con capacidad alergénica son glicoproteínas, por lo que en los últimos años se está está llevando a cabo un esfuerzo investigador importante para conocer y purificar los principales alérgenos fúngicos y valorar la importancia de los componentes glucídicos y proteicos en la alergia.

Con objeto de lograr una mayor precisión diagnóstica, en muchos pacientes se llevan a cabo determinaciones en suero de anticuerpos de la clase IgE, que reconocen específicamente los alérgenos fúngicos. Estas determinaciones, que clásicamente se realizaban frente a extractos completos de hongos, se están perfeccionando desde hace pocos años, de forma que se produce una progresiva introducción en la clínica diaria del denominado diagnóstico por componentes.

En este diagnóstico por componentes, los anticuerpos de la clase IgE que se detectan van dirigidos frente a proteínas o glicoproteínas aisladas, caracterizadas y purificadas de cada hongo en cuestión.

Inicialmente, estas pruebas utilizaban para la detección de los resultados un marcaje con isótopos radioactivos, de ahí su nombre: RAST (Radio Allergo Sorbent Test). Por las dificultades y riesgos inherentes al uso de estos productos, ya hace tiempo que se obtienen los resultados mediante técnicas enzimáticas, lo que se ha dado en denominar test ELISA (Enzymo Linked Immuno Sorbent Assay), del cual existen diversas variantes.

En algunos pacientes pueden ser necesarias las pruebas de exposición o provocación, aunque se usan fundamentalmente con fines de investigación, y no de manera rutinaria.

Se trata de intentar reproducir los síntomas de asma, rinitis o conjuntivitis mediante la exposición del paciente a dosis del alérgeno en estudio, controladas y dosificadas progresivamente. El resultado se puede medir a través de la mera observación clínica (aparición de enrojecimiento conjuntival, lagrimeo, estornudos, hidrorrea, etc.) o monitorizando la respuesta de los órganos expuestos, básicamente por medio de mediciones de rinometría acústica o rinomanometría en el caso de las fosas nasales, y pruebas de función pulmonar (espirometría forzada, curva flujo-volumen, monitorización del flujo pico) en el caso del estudio de la respuesta bronquial.

El lector interesado encontrará mayor información sobre estos temas de diagnóstico alergológico en los capítulos del último apartado de la obra.

¿Qué precauciones debe tener el paciente alérgico a los hongos?

Los consejos para reducir la exposición a las esporas de hongos se dirigen en dos direcciones: a la exposición en el exterior y en interiores.

En el exterior de las viviendas la persona alérgica a los hongos debe intentar evitar:

  • Estar en contacto con vegetación muerta o en estado de descomposición.
  • Aventar las hojas caídas en el suelo en otoño.
  • Manipular cualquier tipo de granos o entrar en lugares donde se almacenen granos, vegetales y alimentos en general.
  • Caminar por zonas rurales los días soleados y ventosos, sobre todo en las épocas de cosecha.
  • Tener vegetación densa próxima a su lugar de residencia.

En el interior de la vivienda se debe procurar:

  • Mantener seca la ducha o el baño, mamparas, cortinas, alfombrillas, toallas y, en general, todo el cuarto de baño.
  • No usar esponjas de baño.
  • No guardar la ropa o el calzado húmedos en armarios o zonas poco ventiladas.
  • Dar preferencia a las fibras sintéticas sobre el algodón u otros productos textiles en alfombras y cortinas.
  • Evitar la formación de manchas de humedad en paredes o ventanas.
  • Usar pinturas antifúngicas o aerosol de fungicidas si hay zonas con tendencia a presentar humedad.
  • No dejar alimentos fuera del frigorífico durante mucho tiempo.
  • Eliminar las bolsas de basura diariamente.
  • Si se poseen plantas de interior, vigilar el buen estado de las hojas y de la tierra, asegurándose de que no haya signos de putrefacción o contaminación por hongos.
  • Evitar la presencia y acumulación de polvo en la vivienda.
  • Aspirar el dormitorio diariamente.
  • En el domicilio del paciente es recomendable mantener una humedad relativa por debajo del 60 %, absteniéndose del uso de humidificadores ambientales.
  • Usar, si es necesario, deshumidificadores, pero con estrecha vigilancia del aparato para evitar contaminaciones.
  • Si hay aire acondicionado, limpiarlo con frecuencia y cambiar regularmente los filtros de agua.

¿Cómo se trata la alergia a los hongos?

Una vez que el paciente ha sido adecuadamente estudiado y diagnosticado por un alergólogo de alergia a hongos, y se ha determinando con la mayor exactitud posible las especies fúngicas responsables de la sensibilización, se debe instaurar el oportuno tratamiento.

Este tratamiento se estructura en tres niveles:

  • Información y prevención: el paciente debe recibir toda la información de las causas y origen de su enfermedad y aplicar todas las medidas preventivas posibles que se han descrito en el apartado anterior.
  • Tratamiento farmacológico: no va a diferir del que se pueda aplicar a los casos de conjuntivitis, rinoconjuntivitis o asma de las diferentes etiologías que se recogen en esta obra. Los fármacos cumplen básicamente con la función de controlar los síntomas que aparecen en las enfermedades alérgicas, síntomas que son independientes del agente causal o etiológico que los producen (pólenes, ácaros, hongos, epitelios animales…); por consiguiente, para no caer en reiteraciones innecesarias, remito al lector a los capítulos dedicados al tratamiento de las enfermedades alérgicas.
  • Inmunoterapia: la inmunoterapia, es decir, el empleo de vacunas, es hoy por hoy el único tratamiento etiológico de las enfermedades alérgicas respiratorias mediadas por anticuerpos IgE específicos.

En el caso de la alergia a hongos disponemos de vacunas para administración subcutánea y sublingual.

Su eficacia clínica ha sido demostrada siempre que se realice una indicación correcta, basada en la demostración de que la sensibilización al alérgeno desempeña un papel relevante en el desarrollo de los síntomas y la gravedad de la enfermedad; estén disponibles extractos alergénicos de alta calidad, y se administre a dosis adecuadas durante un período de tiempo suficiente (3-5 años).

Con los extractos terapéuticos de hongos ocurre el mismo problema que se describía al hablar de los extractos para diagnóstico, y es que son de composición parcialmente desconocida y excesivamente variable.

Actualmente la inmunoterapia frente a la enfermedad alérgica por hongos se está enfocando al empleo de vacunas que no estén elaboradas con extractos fúngicos completos, sino con alérgenos recombinantes. En el momento actual ya se dispone de vacunas que contienen exclusivamente Alt a 1, alérgeno mayor de Alternaria.

Resumen

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  • Los hongos constituyen un grupo complejo de seres microscópicos, dotados de núcleo, generalmente pluricelulares (salvo las levaduras), que se agrupan en el reino Fungi, distinto e independiente del que engloba a las plantas y los animales.
  • Se conocen decenas de miles de especies, de las cuales solo unas pocas son capaces de provocar enfermedades alérgicas.
  • Los cuatro hongos más importantes en este aspecto son Alternaria, Cladosporium, Aspergillus y Penicillium.
  • Son ubicuos, ya que pueden encontrarse en casi todas las regiones del planeta, tanto en el aire ambiente como en las viviendas.
  • Son responsables de numerosos casos de rinitis, rinoconjuntivitis y asma de carácter crónico y sin clara estacionalidad, aunque también pueden producir otras enfermedades alérgicas más raras, como las neumonitis por hipersensibilidad y las micosis broncopulmonares alérgicas.
  • El diagnóstico de estos procesos no es fácil, y debe dejarse en manos del alergólogo, quien se basará en la historia clínica, las pruebas cutáneas, el análisis de la presencia de anticuerpos de la clase IgE en el suero del paciente frente a los hongos y, en raros casos, en las pruebas de provocación (conjuntival, nasal o pulmonar).
  • La prevención es tarea harto difícil, dada su presencia universal, por lo que se recomienda evitar los lugares donde las concentraciones de esporas pueden ser elevadas y tomar una serie de medidas de higiene ambiental en los domicilios, para así disminuir al máximo la colonización por hongos.
  • Para controlar las manifestaciones clínicas de la enfermedad alérgica por hongos se utilizarán los fármacos necesarios (antihistamínicos, corticoides, broncodilatadores, antileucotrienos, etc.).
  • El empleo de vacunas antialérgicas en casos seleccionados es la única forma de modificar el curso de la enfermedad, aunque este es un campo en el que cabe previsiblemente esperar avances importantes en los próximos años, debido a la progresiva introducción de vacunas compuestas por alérgenos individualizados.

Preguntas y respuestas

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¿Qué son los hongos?

En general hablamos indistintamente de hongos y setas y consideramos que existen dos grupos: los comestibles y los venenosos. Sin embargo, los hongos son unos organismos muy particulares y diversos, y las setas son solo las fructificaciones o los cuerpos fructíferos de ciertos hongos. Si hiciéramos un símil con las plantas, los hongos serían el árbol y las setas, sus frutos.

Los hongos son un grupo variado y heterogéneo de seres cuya compleja clasificación la estudia la ciencia denominada micología. Podemos apuntar una serie de características comunes a estos seres vivos:

  • Sus células poseen núcleo, donde se encuentran los cromosomas; es decir, son organismos eucariotas.
  • Aunque hay especies, como las levaduras, con un único núcleo, generalmente son organismos multinucleados.
  • En ocasiones el cuerpo, también llamado talo, es unicelular con varios núcleos; otras veces está dividido en varias células (hifas) con aspecto filamentoso y se denomina micelio.
  • El talo puede no tener pared (desnudo) o tenerla de quitina o celulosa.
  • Se reproducen por esporas (al igual que las algas), que pueden ser fijas o móviles, sexuales o asexuales. Su tamaño oscila entre 2-3 µm hasta 500 µm, con un promedio de 2-10 µm. En muchas ocasiones, las esporas se producen en formaciones microscópicas, aunque en otras no es así. De hecho, como se ha mencionado antes, las setas no son sino plataformas para dispersar las esporas al medio ambiente.
  • A diferencia de las plantas, no poseen clorofila y se alimentan por absorción de nutrientes de su entorno.
  • Se conocen aproximadamente 500.000 especies de hongos, aunque probablemente existan entre 1 y 1,5 millones de ellas.
  • La inmensa mayoría de los hongos son saprofitos, descomponen la materia muerta. Varios miles de especies provocan parasitación y enfermedades en las plantas; unas decenas de especies provocan infección en el hombre (micosis) y solo unas cuantas (menos de 50 especies, probablemente) son capaces de desencadenar enfermedades alérgicas. Por todas las características descritas, actualmente se considera que estos microorganismos están más cercanos a los animales (reino Animalia) que a las plantas (reino Plantae), aunque se clasifican en un reino aparte denominado Fungi.

Este reino Fungi donde hoy se encuadran los denominados hongos verdaderos se divide en cuatro filos, a saber: Chytridiomycota, Basidiomycota, Zygomycota y Ascomycota.

Esta clasificación agrupa los hongos que tienen una reproducción sexual. Dado que un elevado número de especies solo se reproducen de forma asexual, se ha creado una categoría de hongos imperfectos o Deuteromycotina, entre los cuales se encuentra la gran mayoría de los que son patógenos para el hombre y los animales. Son numerosos los hongos que comparten ambos tipos de reproducción y se integran simultáneamente en dos divisiones diferentes. En micología médica se suele emplear el nombre que identifica la forma de reproducción asexual, dejando el resto de las complejidades de la taxonomía de los hongos a los micólogos.

Fuera de las viviendas
Hojas en descomposición (bosques, invernaderos, pilas de compost)
Pastos, césped, heno, paja, granos y harinas (cortar el césped, segar, cosechar, y trabajar en graneros, establos, molinos, panaderías)
Tormentas de aire con polvareda (reflotan las esporas)
Dentro de las viviendas
Casas de veraneo, cerradas gran parte del año
Sótanos o bodegas húmedas
Cuartos de baño con ventilación insuficiente
Papeles pintados y frisos sobre paredes húmedas
Manchas de humedad (manchas negras) en las paredes
Marcos de ventanas con condensación importante
Materiales textiles con humedad
Alimentos almacenados
Humidificadores y sistemas de aire acondicionado

Tabla 1. Fuentes de esporas fúngicas

¿Es lo mismo alergia a los hongos, a los mohos o a la humedad?

Los hongos que forman micelio, es decir los denominados hongos filamentosos o miceliares, son los denominados mohos. Los mohos carecen de estructuras macroscópicas reproductivas, pero pueden formar colonias visibles (típicas manchas de humedad en las paredes, o la clásica pelusa que se forma en los alimentos) u otros tipos de crecimiento vegetativo.

Podemos afirmar que los hongos alergénicos, es decir, los causantes de enfermedades alérgicas, son todos ellos mohos.

Se denomina humedad ambiental a la cantidad de vapor de agua presente en el aire. Se puede expresar de forma absoluta mediante la humedad absoluta, o de forma relativa mediante la humedad relativa o grado de humedad.

Es correcto hablar de alergia a los hongos, y de hecho es el término más extendido, aunque sería más específico si habláramos de alergia a los mohos. En lenguaje no científico se suele hablar de alergia a la humedad, debido a que en la mayor parte de los casos los mohos crecen y se reproducen en ambientes con elevada humedad, pero es evidente que esta per se no desencadena ningún proceso alérgico.

¿Desde cuándo se conoce la alergia a los hongos?

Los médicos hipocráticos ya hablaban de enfermedades compatibles con la alergia a los mohos, aunque la primera descripción de que se tiene conocimiento data de comienzos del siglo XVIII, cuando sir John Floyer en 1726 asoció los síntomas asmáticos de una serie de personas con el hecho de haber visitado unas bodegas donde había una elevada humedad y gran cantidad de mohos.

Charles Blackley, a quien debemos la identificación de los pólenes como alérgenos causantes de rinitis y asma estacional, describió también la aparición de catarro bronquial tras la inhalación de esporas de Chaetomium y Penicillium.

En 1924 Van Leeuwen relacionó la aparición de síntomas asmáticos en la población con la presencia de esporas fúngicas. Como curiosidad cabe señalar que este investigador trabajaba en el hospital St. Mary de Londres, y su laboratorio estaba situado justo debajo de donde trabajaba el Dr. Alexander Fleming. Al parecer, este último dejó la ventana de su laboratorio abierta cuando salió para acudir a una jornada cinegética, ya que era un gran aficionado a la caza. Entonces se produjo fortuitamente la contaminación de sus cultivos de Staphylococus aureus con esporas de Penicillium procedentes del laboratorio de Van Leeuwen. La observación de que la contaminación por este hongo inhibía el crecimiento de las colonias de la bacteria en el medio de cultivo fue el origen del descubrimiento de la penicilina.

En la década de 1930 Prince y Feinberg observaron que en el aire había una gran cantidad de esporas fúngicas y demostraron que muchos de sus pacientes asmáticos presentaban pruebas cutáneas positivas con los extractos de hongos.

Por último, se demostró que la inhalación de esporas de determinados hongos (Alternaria o Penicillium) en concentraciones similares a las existentes en el medio ambiente podía provocar asma en pacientes sensibilizados.

¿Dónde habitan los hongos, y de qué factores depende su crecimiento y dispersión?

El tiempo húmedo favorece el crecimiento de los hongos, mientras que el tiempo soleado y ventoso, la diseminación de las esporas; la nieve reduce considerablemente ambos hechos. En climas cálidos y húmedos los hongos están presentes en gran cantidad a lo largo de todo el año. En zonas templadas, las esporas de hongos se encuentran en su mayor concentración a finales de verano.

La concentración de esporas en el aire es muy variable (200-1.000.000/m3 de aire); puede superar de 100 a 1.000 veces a la cantidad de granos de polen presentes en la atmósfera, y depende en gran medida de las condiciones de temperatura, humedad y corrientes de aire.

Los recuentos de esporas son generalmente más bajos en los interiores que en el exterior. Las esporas en el interior de las viviendas proceden del exterior y de posibles focos de crecimiento interior.

Puesto que los hongos son capaces de descomponer, degradar y aprovechar la celulosa, el almidón y la materia orgánica, la presencia de estas favorece su crecimiento (graneros, establos, invernaderos, silos, almacenes de alimentos, etc.).

En el interior, la humedad es el factor decisivo para el crecimiento de los hongos, de ahí el uso común de la frase alergia a la humedad. Como norma general, se debe advertir al paciente diagnosticado de alergia a hongos que evite todos los lugares cerrados donde se perciba el clásico olor a moho (figura 1).

Los hongos que crecen en los humidificadores o en los filtros de los sistemas de aire acondicionado se pueden diseminar con facilidad por toda la vivienda y el edificio, por lo que se consideran uno de los responsables principales del síndrome del edificio enfermo, aunque sería mejor denominarlo síndrome del edificio que hace enfermar.

Figura 1. Lugares propicios para el crecimiento de hongos en el domicilio

Figura 1. Lugares propicios para el crecimiento de hongos en el domicilio (Créditos, F. 40)

¿Qué hongos producen alergia?

Pese a la enorme cantidad de especies de hongos presentes en la atmósfera, son escasos los que tienen una verdadera importancia clínica como productores de enfermedades alérgicas.

Se podría afirmar que los principales hongos alergénicos pertenecen a menos de una docena de géneros, a saber: Alternaria, Aspergillus, Cladosporium, Penicillium, Helminthosporium, Epicoccum, Fusarium, Rhizopus y Mucor.

De todos estos géneros, los cuatro primeros son los que tienen verdadera importancia clínica.

Alternaria y Cladosporium están considerados como hongos de presencia predominante en el exterior. Penicillium y Aspergillus, sin embargo, son más abundantes en el interior de las viviendas.

El género Alternaria es probablemente el más importante desde el punto de vista alergológico. La especie Alternaria alternata o tenuis es una de las más abundantes en nuestro país y también la más estudiada (figura 2).

Figura 2. Esporas de Alternaria alternata. Microscopía electrónica de barrido (x 855 aumentos)

Figura 2. Esporas de Alternaria alternata. Microscopía electrónica de barrido (x 855 aumentos) (Créditos, F. 41)

Predomina en ambientes exteriores; la liberación de sus esporas alcanza sus picos en días secos a finales de verano y otoño. Es muy común y de distribución universal, y es saprofita en plantas, abonos, maderas, alimentos, tejidos y diferentes sustratos del suelo. Además, como fitopatógeno (microorganismo que genera enfermedades en las plantas) afecta a patatas, tomates, cebollas, etc., y es visible por unas características manchas negras. Su temperatura óptima de crecimiento se sitúa alrededor de los 25 °C.

En el momento de redactar este capítulo se habían clonado una serie de alérgenos de Alternaria alternata, concretamente 13; la mayoría de ellos son alérgenos menores, es decir, que sensibilizan un porcentaje muy bajo de pacientes. La nomenclatura de los alérgenos se compone de las tres primeras letras del género, seguidas de la inicial de la especie en minúscula a la que sigue un dígito. El alérgeno mayor de Alternaria alternata se conoce como Alt a 1, y sensibiliza entre el 82 y el 98 % de los pacientes alérgicos a Alternaria.

El género Cladosporium es cosmopolita y muy abundante, de tal forma que los agregados de sus esporas superan, con cifras superiores a 50.000/m3, al resto de partículas biológicas. Es saprofito de vegetales y parásito de espinacas, plátanos y tomates. La temperatura óptima de crecimiento ronda los 20 °C. La especie más importante desde el punto de vista alergológico es Cladosporium herbarum (figura 3). De esta especie, a día de hoy se han identificado 14 alérgenos, todos ellos menores, salvo Clad h 8, que es reconocido por el 57 % de los pacientes alérgicos a esta especie.

Figura 3. Esporas de Cladosporium herbarum. Microscopía electrónica de barrido (x 2.265 aumentos)

Figura 3. Esporas de Cladosporium herbarum. Microscopía electrónica de barrido (x 2.265 aumentos) (Créditos, F. 42)

El género Penicillium, del cual se conocen más de 250 especies, es uno de los más comunes y de distribución más amplia (figura 4). Lo encontramos como saprofito en el suelo, materia vegetal, fruta y papel en descomposición. Las colonias son aterciopeladas verdosas, y la temperatura óptima para su crecimiento alrededor de los 25 °C, pero su crecimiento es viable entre 5 y 37 °C. Penicillium chrysogenum fue el primer hongo que se utilizó para obtener penicilina.

Figura 4. Esporas de Penicillium. Microscopia electrónica de barrido (x 3.610 aumentos)

Figura 4. Esporas de Penicillium. Microscopia electrónica de barrido (x 3.610 aumentos) (Créditos, F. 43)

Aunque su importancia como alérgeno es considerable, es un hongo poco estudiado en la actualidad desde este punto de vista.

El género Aspergillus es uno de los hongos más abundantes y ubicuos en el entorno humano. Engloba 132 especies diferentes y es, junto al anterior, el hongo predominante en interiores.

Figura 5. Esporas de Aspergillus fumigatus. Microscopia electrónica de barrido (x 1.200 aumentos)

Figura 5. Esporas de Aspergillus fumigatus. Microscopia electrónica de barrido (x 1.200 aumentos) (Créditos, F. 44)

La especie más importante desde el punto de vista alergénico es Aspergillus fumigatus (figura 5), que crece como saprofito con distribución universal. Tolera un amplio rango de temperaturas en su crecimiento (12-52 °C), y la temperatura óptima es de alrededor de los 40 °C. Es un hongo que puede producir parasitación y deterioro en frutas almacenadas e infecciones en diversas clases de ganado; y en el hombre, cuadros de alergia (rinoconjuntivitis, asma), neumonitis por hipersensibilidad o alveolitis alérgicas extrínsecas, aspergilosis broncopulmonar alérgica, infecciones localizadas (aspergiloma) o generalizadas (aspergilosis invasiva).

El alérgeno mayor Asp f 1 reacciona con el 85 % de los pacientes alérgicos a este hongo. Otro alérgeno también considerado como mayor, ya que reacciona con el 94 % de los sueros de pacientes alérgicos, es el denominado Asp f 3.

¿Qué síntomas produce y cómo se manifiesta la alergia a los hongos?

Los hongos como responsables de enfermedades alérgicas, al igual que los pólenes, los ácaros o los productos derivados del pelo o caspa de animales, pueden dar lugar a las denominadas reacciones de hipersensibilidad inmediata, reacciones de tipo I o reacciones mediadas por el anticuerpo IgE, que son las que se describirán en este capítulo (figura 6).

Sin embargo, los mohos u hongos son responsables también de otras enfermedades que estudia la Alergología.

Estas enfermedades de mecanismos inmunológicos complejos afectan principalmente al aparato respiratorio. Son en muchos casos de origen laboral u ocupacional, y se engloban en las denominadas neumonitis por hipersensibilidad o alveolitis alérgicas extrínsecas.

Otro grupo de enfermedades alérgicas producidas por hongos constituyen las que se conocen como micosis broncopulmonares alérgicas, producidas la mayoría de ellas, aunque no todas, por el Aspergillus fumigatus.

Para más información sobre estos raros cuadros de alergia respiratoria a los hongos el lector puede consultar el capítulo 15 de esta misma obra.

La alergia tipo I a los hongos afecta fundamentalmente a la mucosa conjuntival, nasal y bronquial.

Los hongos son aeroalérgenos, es decir, se transmiten a través del aire; se denominan también neumoalérgenos (del griego pneuma: ‘hálito’, ‘aire’, ‘viento’).

La aparición de los síntomas no tiene el carácter periódico y estacional de la alergia a los pólenes, ya que la presencia de las esporas en la atmósfera se puede extender a lo largo de todo el año, y sus concentraciones dependen de factores climáticos (viento, humedad, temperatura), así como del lugar donde se encuentre el paciente (aire libre o interior), ya que como se ha comentado anteriormente, hay recintos donde puede existir en el aire una gran carga de alérgenos fúngicos.

Figura 6. Espectro de la alergia a los hongos

Figura 6. Espectro de la alergia a los hongos

Si bien no debe descartarse la aparición de conjuntivitis aislada por alergia a esporas de hongos, generalmente se asocia a rinitis, lo que se denominaría rinoconjuntivitis, que se manifiesta con la sintomatología típica de prurito óculo-nasal, enrojecimiento conjuntival, lagrimeo, obstrucción nasal, estornudos y mucosidad generalmente líquida.

Esta sintomatología, en ocasiones, es la única manifestación de alergia, pero en otros pacientes se puede asociar a traqueobronquitis con tos seca, bronca, espasmódica; en los casos más graves, el paciente puede presentar asma con la sintomatología clásica de disnea, opresión torácica, tos y ruidos torácicos sibilantes.

Dentro del asma alérgica, probablemente los casos más graves, muchos de ellos con desenlace infausto, se deben a alergia a los hongos.

Aunque se ha especulado mucho sobre la asociación de las reacciones alérgicas o de hipersensibilidad a los hongos con determinados síntomas digestivos, nada se ha podido demostrar hasta la actualidad en ese campo.

Lo mismo cabe decir en cuanto a la participación de la alergia a los hongos en cuadros cutáneos como eccemas, eritema anular centrífugo, urticaria y angioedema: si bien ha sido defendida por algunos autores —sobre todo hace unas décadas—, en el momento actual no se dispone de pruebas convincentes de que esto sea cierto.

¿Son frecuentes las enfermedades alérgicas producidas por los hongos?

Alrededor del 4 % de la población en Estados Unidos está sensibilizada a alérgenos de Alternaria alternata, y se ha observado que un alto porcentaje de pacientes asmáticos muestra reactividad cutánea frente a antígenos de uno o más hongos.

Estudios llevados a cabo en Europa a finales del siglo XX, por medio de pruebas cutáneas con extractos de Alternaria y Cladosporium, mostraron valores muy variables, desde el 3-4 % de Portugal y los países escandinavos hasta el 20 % en España.

Al parecer, el número de asmáticos con sensibilización a alérgenos fúngicos aumenta, aunque esto parece estar asociado al incremento de la potencia de los extractos fúngicos empleados en las pruebas cutáneas y a la mejoría en los estudios realizados.

La alergia de tipo I a los hongos no es tan frecuente e importante como la desarrollada frente a otros alérgenos inhalados. Se estima que alrededor del 8 % de los adultos y entre el 20 y el 25 % de los niños con alergia respiratoria son hipersensibles a los antígenos de los hongos. Los estudios epidemiológicos hacen suponer que la alergia fúngica en los niños es un fenómeno transitorio, asociado posiblemente a la inmadurez del sistema inmunitario infantil.

En zonas costeras de nuestro país, los alérgenos perennes o no estacionales más frecuentes son, sin duda, los ácaros del polvo doméstico; sin embargo, en zonas del interior lo son los hongos y, fundamentalmente, las esporas de Alternaria, considerada posiblemente la primera causa de asma alérgica no estacional, sobre todo en la infancia.

¿Cómo se diagnostica la alergia a los hongos?

El diagnóstico de la alergia a hongos se debe considerar en todo paciente que presente clínica de asma, rinoconjuntivitis, o ambas, y cuyos síntomas cursen con una aparición anárquica, sin que guarden un claro patrón estacional.

Esta sospecha clínica se puede ver reforzada si en la historia del paciente se recoge la aparición o un marcado incremento de sus síntomas al entrar en recintos donde, como se ha señalado previamente, por su microclima (humedad alta, almacenamiento de materia orgánica, calor y, en ocasiones, falta de luz), las concentraciones de esporas fúngicas pueden alcanzar niveles muy elevados.

Ante esta sospecha clínica, las pruebas cutáneas o determinaciones de laboratorio constituyen los métodos de confirmación, como con otros aeroalérgenos (pólenes, ácaros, caspa o epitelios de animales).

El método de prueba cutánea que se usa de forma generalizada es el denominado prick-test. Consiste en la aplicación sobre la superficie de la piel de una pequeña gota del extracto alergénico, a través de la cual se punciona con una lanceta de punta muy corta, que no llega a alcanzar la dermis; por tanto, si se realiza de forma adecuada, no debe provocar en ningún caso sangrado. Es una prueba prácticamente indolora y bien tolerada por los pacientes.

Esta prueba ha sustituido prácticamente las pruebas intradérmicas, en las cuales se inyectaba 0,02-0,03 ml del extracto alergénico en la dermis. Esta prueba era más engorrosa en su realización, más dolorosa, daba mayor número de falsos positivos y podía resultar incluso peligrosa en pacientes con una elevada sensibilidad a los hongos.

En el momento actual, los extractos diagnósticos de los diversos hongos no están tan bien caracterizados en cuanto a su composición y potencia alergénica como otros alérgenos, por ejemplo, los pólenes. Hay variaciones importantes relacionadas con las condiciones externas de los cultivos, como el tiempo y la temperatura de incubación, el pH o las concentraciones de nitrógeno y carbohidratos en el medio de cultivo.

Los extractos alergénicos de hongos se caracterizan por su variabilidad y a menudo su actividad biológica resulta poco predecible. Los alérgenos de los hongos se pueden obtener del micelio, de las esporas o del propio medio donde se produce su cultivo. Muchos de los componentes con capacidad alergénica son glicoproteínas, por lo que en los últimos años se está está llevando a cabo un esfuerzo investigador importante para conocer y purificar los principales alérgenos fúngicos y valorar la importancia de los componentes glucídicos y proteicos en la alergia.

Con objeto de lograr una mayor precisión diagnóstica, en muchos pacientes se llevan a cabo determinaciones en suero de anticuerpos de la clase IgE, que reconocen específicamente los alérgenos fúngicos. Estas determinaciones, que clásicamente se realizaban frente a extractos completos de hongos, se están perfeccionando desde hace pocos años, de forma que se produce una progresiva introducción en la clínica diaria del denominado diagnóstico por componentes.

En este diagnóstico por componentes, los anticuerpos de la clase IgE que se detectan van dirigidos frente a proteínas o glicoproteínas aisladas, caracterizadas y purificadas de cada hongo en cuestión.

Inicialmente, estas pruebas utilizaban para la detección de los resultados un marcaje con isótopos radioactivos, de ahí su nombre: RAST (Radio Allergo Sorbent Test). Por las dificultades y riesgos inherentes al uso de estos productos, ya hace tiempo que se obtienen los resultados mediante técnicas enzimáticas, lo que se ha dado en denominar test ELISA (Enzymo Linked Immuno Sorbent Assay), del cual existen diversas variantes.

En algunos pacientes pueden ser necesarias las pruebas de exposición o provocación, aunque se usan fundamentalmente con fines de investigación, y no de manera rutinaria.

Se trata de intentar reproducir los síntomas de asma, rinitis o conjuntivitis mediante la exposición del paciente a dosis del alérgeno en estudio, controladas y dosificadas progresivamente. El resultado se puede medir a través de la mera observación clínica (aparición de enrojecimiento conjuntival, lagrimeo, estornudos, hidrorrea, etc.) o monitorizando la respuesta de los órganos expuestos, básicamente por medio de mediciones de rinometría acústica o rinomanometría en el caso de las fosas nasales, y pruebas de función pulmonar (espirometría forzada, curva flujo-volumen, monitorización del flujo pico) en el caso del estudio de la respuesta bronquial.

El lector interesado encontrará mayor información sobre estos temas de diagnóstico alergológico en los capítulos del último apartado de la obra.

¿Qué precauciones debe tener el paciente alérgico a los hongos?

Los consejos para reducir la exposición a las esporas de hongos se dirigen en dos direcciones: a la exposición en el exterior y en interiores.

En el exterior de las viviendas la persona alérgica a los hongos debe intentar evitar:

  • Estar en contacto con vegetación muerta o en estado de descomposición.
  • Aventar las hojas caídas en el suelo en otoño.
  • Manipular cualquier tipo de granos o entrar en lugares donde se almacenen granos, vegetales y alimentos en general.
  • Caminar por zonas rurales los días soleados y ventosos, sobre todo en las épocas de cosecha.
  • Tener vegetación densa próxima a su lugar de residencia.

En el interior de la vivienda se debe procurar:

  • Mantener seca la ducha o el baño, mamparas, cortinas, alfombrillas, toallas y, en general, todo el cuarto de baño.
  • No usar esponjas de baño.
  • No guardar la ropa o el calzado húmedos en armarios o zonas poco ventiladas.
  • Dar preferencia a las fibras sintéticas sobre el algodón u otros productos textiles en alfombras y cortinas.
  • Evitar la formación de manchas de humedad en paredes o ventanas.
  • Usar pinturas antifúngicas o aerosol de fungicidas si hay zonas con tendencia a presentar humedad.
  • No dejar alimentos fuera del frigorífico durante mucho tiempo.
  • Eliminar las bolsas de basura diariamente.
  • Si se poseen plantas de interior, vigilar el buen estado de las hojas y de la tierra, asegurándose de que no haya signos de putrefacción o contaminación por hongos.
  • Evitar la presencia y acumulación de polvo en la vivienda.
  • Aspirar el dormitorio diariamente.
  • En el domicilio del paciente es recomendable mantener una humedad relativa por debajo del 60 %, absteniéndose del uso de humidificadores ambientales.
  • Usar, si es necesario, deshumidificadores, pero con estrecha vigilancia del aparato para evitar contaminaciones.
  • Si hay aire acondicionado, limpiarlo con frecuencia y cambiar regularmente los filtros de agua.

¿Cómo se trata la alergia a los hongos?

Una vez que el paciente ha sido adecuadamente estudiado y diagnosticado por un alergólogo de alergia a hongos, y se ha determinando con la mayor exactitud posible las especies fúngicas responsables de la sensibilización, se debe instaurar el oportuno tratamiento.

Este tratamiento se estructura en tres niveles:

  • Información y prevención: el paciente debe recibir toda la información de las causas y origen de su enfermedad y aplicar todas las medidas preventivas posibles que se han descrito en el apartado anterior.
  • Tratamiento farmacológico: no va a diferir del que se pueda aplicar a los casos de conjuntivitis, rinoconjuntivitis o asma de las diferentes etiologías que se recogen en esta obra. Los fármacos cumplen básicamente con la función de controlar los síntomas que aparecen en las enfermedades alérgicas, síntomas que son independientes del agente causal o etiológico que los producen (pólenes, ácaros, hongos, epitelios animales…); por consiguiente, para no caer en reiteraciones innecesarias, remito al lector a los capítulos dedicados al tratamiento de las enfermedades alérgicas.
  • Inmunoterapia: la inmunoterapia, es decir, el empleo de vacunas, es hoy por hoy el único tratamiento etiológico de las enfermedades alérgicas respiratorias mediadas por anticuerpos IgE específicos.

En el caso de la alergia a hongos disponemos de vacunas para administración subcutánea y sublingual.

Su eficacia clínica ha sido demostrada siempre que se realice una indicación correcta, basada en la demostración de que la sensibilización al alérgeno desempeña un papel relevante en el desarrollo de los síntomas y la gravedad de la enfermedad; estén disponibles extractos alergénicos de alta calidad, y se administre a dosis adecuadas durante un período de tiempo suficiente (3-5 años).

Con los extractos terapéuticos de hongos ocurre el mismo problema que se describía al hablar de los extractos para diagnóstico, y es que son de composición parcialmente desconocida y excesivamente variable.

Actualmente la inmunoterapia frente a la enfermedad alérgica por hongos se está enfocando al empleo de vacunas que no estén elaboradas con extractos fúngicos completos, sino con alérgenos recombinantes. En el momento actual ya se dispone de vacunas que contienen exclusivamente Alt a 1, alérgeno mayor de Alternaria.

Autores

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Dr. Carlos J. Senent Sánchez

Médico especialista en Alergología. Jefe de Servicio de Alergología del Hospital Virgen del Valle, Toledo

Dra. Gemma Tapia de Pedro

Médico especialista en Alergología. Servicio de Alergología del Hospital Virgen del Valle, Toledo

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