Un estudio del MIT Media Lab utiliza la geolocalización por móvil para dibujar el mapa de la segregación social en las ciudades
El investigador español Esteban Moro participa en un proyecto del Instituto Tecnológico de Massachusetts que ha buceado en una base de datos con más de ochenta mil millones de geolocalizaciones de veintiséis millones de personas en diferentes ciudades de EEUU. Le segregación social, concluye el estudio, sucede a una escala de pocos metros y la tipología de los diferentes espacios configura el alto o bajo nivel de segregación de los barrios.
10 abril, 2018
“Las ciudades son las máquinas sociales más perfectas”, asegura Esteban Moro en el arranque de ‘Ciudades en alta resolución: usando Big Data para entender la segregación social’, la conferencia que ha impartido en la Fundación BBVA dentro del ciclo Demography Today. En ella ha esbozado algunos de los resultados de la investigación que está llevando a cabo en el MIT Media Lab -el laboratorio de ideas del Instituto Tecnológico de Massachusetts en el que actualmente es profesor visitante- en la que están aplicando técnicas de Big Data para estudiar el fenómeno de la segregación social.
“La segregación social es uno de los procesos más importantes que suceden en las ciudades”, explica el profesor Moro. Este fenómeno se debe a que las personas tienden a vivir y relacionarse con gente del mismo estatus económico o social, o con la que comparte las mismas ideas y opiniones. La cuestión es que los abordajes tradicionales de este fenómeno demográfico tomaban como punto de referencia para determinar si un lugar está o no segregado variables tan estáticas como el lugar de residencia –a través de los censos- o el lugar de trabajo. “Estudiar cómo se reparte la sociedad en función de dónde estás a las tres de la mañana no tiene ningún sentido, porque la mayoría de nuestras actividades suceden a kilómetros del lugar dónde vivimos”.
Las nuevas tecnologías son clave en el proyecto. En primer lugar, porque trabajan sobre una enorme base de datos –contiene más de ochenta mil millones de geolocalizaciones de veintiséis millones de personas en diferentes ciudades de EEUU con una precisión de 20 metros- “tenemos datos masivos, solo asequibles con la tecnología actual. Son terabytes de datos que sólo las técnicas de Big Data nos permiten, primero revisar y segundo sacar valor de ellos. Para haber llegado a estas mismas conclusiones sin el Big Data habríamos necesitado diez años”.
En segundo lugar, porque gracias a las nuevas tecnologías móviles de geolocalización han podido realizar una aproximación mucho más afinada. Así lo destaca el profesor Moro: “nos acercamos por primera vez al problema de la segregación a una escala tan pequeña como de diferencias entre un local y el local de la puerta de al lado. Porque la segregación ocurre a ese nivel: hay un bar a un lado de la calle, otro al otro lado, y el público es diferente en función de la naturaleza de ese bar, de las tapas que dan…”. Esa es la primera de las conclusiones a las ha llegado el proyecto y que presentarán en los próximos meses: la segregación ocurre a una escala de pocos metros.
La segunda de las conclusiones es que la tipología de los lugares (restaurantes, comercios, instalaciones de servicio público…) que componen un espacio urbano (una calle, un barrio…) determinan el nivel de segregación del mismo. Por ejemplo, según el estudio, los espacios alrededor de los restaurantes de comida china o de tapas tienen niveles elevados de mezcla, es decir, niveles bajos de segregación. Por el contrario, los restaurantes de comida caribeña o latinoamericana configuran lugares de una mayor segregación.
Algo similar sucede si se toma como referencia el factor formativo: los centros de educación no universitaria, colegios primarios e institutos, son los sitios más segregados de los EEUU. “En todo el proceso que tiene que ver con la primera parte de nuestra formación solo conocemos gente de nuestra misma condición socioeconómica. Es un problema -a ojos del profesor Moro- porque a la vez que nos estamos educando nos estamos exponiendo a una parte de la sociedad muy muy restringida”. Sin embargo, al pasar a las siguientes etapas, en la universidad o en los museos, se produce una menor segregación.
Para Esteban Moro está claro: “hay que cambiar esos patrones tan segregados. Hay que pinchar las burbujas. O bien lo hacemos porque nosotros mismos nos damos cuenta o bien apoyados en otros. Si siempre vemos a la misma gente, con la misma condición socioeconómica que nosotros, nos aislamos, y es un problema. La cuestión, sobre la que esperamos poder arrojar luz, es ver cuánto la podemos romper y cómo”.
Los terceros lugares
Para explicar cómo están cambiando los patrones conductuales, la investigación toma como referencia lo que el sociólogo norteamericano Ray Oldenburg llamó en los años 80 terceros lugares. En palabras de Moro, “existen muchas teorías que dicen que la democracia, la innovación, los vecindarios… se crean en los terceros lugares, que no son ni tu casa ni el lugar donde trabajas. Son esos sitios en los que te reúnes después de trabajar para compartir o buscar nuevas ideas”.
En los años setenta y ochenta, en Estados Unidos los terceros lugares eran los bares, las peluquerías, las boleras. Ese modelo fue evolucionando en los noventa y los primeros dos mil, orientándose más hacia el consumo, situándose como terceros lugares prevalentes los grandes centros comerciales, desplazando a las pequeñas tiendas locales. Después, se ha observado un segundo movimiento en el que la gente ya ni siquiera va a las grandes superficies: “se quedan en casa, existe un perfil de ciudadano, que son sobre todo los millenials y la generación anterior, que consume, compra y cambia sus productos a través del espacio digital. Ni siquiera estamos ocupando esos terceros lugares que quedaban en la sociedad, si no que están desapareciendo porque los estamos reemplazando por quedarnos en casa y no ver al resto de la gente”.
Lo que parece quedar claro en el proyecto es que las redes sociales no se están configurando como un tercer lugar: “hemos encontrado –destaca Moro- que las redes sociales están más segregadas que la sociedad real. Parecería que podrías interactuar o hablar con cualquiera, pero en social media la gente está más segregada que lo que dicen sus movimientos en la propia ciudad. Lo que hemos vivido esos últimos años con los bots o con el aumento de los filtros sociales que ponemos a la información que recibimos… Han dejado de convertirse en un tercer lugar para volver a ser un primer lugar. Solo oímos lo que pensamos, solo hablamos con la gente que piensa igual que nosotros”.
A pesar de esos indicios, Moro es optimista: “al final, las personas siempre tienen esa necesidad de reunirse y de verse. Todavía no está claro cuál va a ser el nuevo tercer lugar, el reemplazo al centro comercial, tal vez la consecuencia sea que la gente, como tiene más tiempo libre porque no tiene que ir a hacer la compra, puede dedicarse a hacer más actividades al aire libre, más actividades físicas o deportivas”. En pocos meses, antes de julio, podrá presentar en su totalidad los resultados del proyecto.