El crecimiento continuo de nuestras ciudades hace que vayan incorporando zonas hasta hace poco exteriores que, a menudo, están constituidas por tejidos periféricos utilizados con anterioridad para otros usos. La intervención en estas zonas ha evolucionado desde las posturas iniciales, que eliminaban las preexistencias en su totalidad hasta nuestros días, en que la sensibilidad contemporánea es más proclive a las recuperaciones e integraciones.

Si cualquier rincón de nuestras ciudades puede ser considerado en términos amplios como un paisaje, el entendimiento y el tratamiento como tal es una cuestión relativamente reciente, vinculada a la incorporación de estas zonas citadas. Con ello se añaden al hecho proyectual puntos de vista nuevos, como pueden ser la sostenibilidad y la economía de medios o la incorporación de las cuestiones sociales.

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