NOTICIA Celebración de los 20 años de ‘Sibila’

Adam Zagajewski: “Poesía es intentar comprender el mundo como totalidad”

Música, poesía y diálogo, tres de los rasgos que caracterizan a la revista ‘Sibila’ han sido los protagonistas del acto de celebración de los 20 años de esta revista que ya cuenta con 50 números. La literatura, las artes plásticas -como piezas independientes y no como ilustración a los textos- y la música entablan una conversación continuada desde su nacimiento.

16 mayo, 2017

La celebración de este aniversario tuvo como eje central un Diálogo sobre la cultura europea entre Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes, y Adam Zagajewski, poeta, novelista y ensayista y una de las voces contemporáneas más relevantes. Bonet le preguntó sobre su Polonia natal, que en el siglo pasado conoció el resurgimiento como nación, la invasión nazi y el sometimiento al régimen soviético y, le interrogó, en particular sobre si consideraba que, como sostenía Theodor Adorno, no se puede escribir poesía después de Auschwitz. “Creo que las palabras de Adorno no se entendieron bien: renunciar a escribir poesía significaría que Hitler habría vencido. Sí es difícil hablar del Holocausto a través de la poesía, pero los poetas estamos para intentar lo imposible. Poesía no es solo escribir sobre la primavera o sobre el enamoramiento: es intentar comprender el mundo como totalidad”, respondió Zagajewski.

Ante las tensiones de diversa índole que hoy experimentan los países del Este, y vistos los antecedentes históricos, Bonet le planteó si piensa que “las fronteras orientales, danubianas, pueden considerarse hoy definitivamente estables”. El creador polaco no dudó en adoptar una visión optimista basada precisamente en la historia: “Alemania es una fuente de esperanza: un país que ha sabido reconciliarse con su pasado en la Segunda Guerra Mundial. Hoy puedo hablar con los alemanes, que saben que nací en 1945 y soy polaco, como amigos, no como adversarios”.

'Alemania es una fuente de esperanza: un país que ha sabido reconciliarse con su pasado en la Segunda Guerra Mundial”.

También se refirió Bonet a obras de Zagajewski donde el autor -que abandonó Polonia en los años ochenta- se recrea en el románico y el gótico, declara su amor por la música, afirma que le gustaría vivir en una ciudad construida con los preludios de Chopin y alaba la pintura de Vermeer como “la de un país donde la policía secreta no existía”.  Zagajewski señaló que “no hay necesidad de elegir entre el gótico y el estilo contemporáneo porque hoy, en nuestro museo imaginario, podemos tener ambos gracias a las nuevas tecnologías. Pero sí es cierto que estamos ante un futuro incierto y miramos atrás, a los genios del pasado, para armarnos frente a ese futuro que desconocemos”.

La celebración se completó con una lectura de poemas a cargo del propio Zagajewski, Álvaro Valverde y Susana Benet, y un concierto a cargo de Juan Carlos Garvayo, que interpretó al piano tres obras escritas para él por tres compositores muy cercanos a Sibila: César Camarero, Jesús Torres y Mauricio Sotelo.

Una publicación innovadora y heredera de la mejor tradición

Juan Carlos Marset, fundador y director de Sibila, destaca como uno de los rasgos definitorios de la publicación “el carácter rapsódico de su contenido: una reunión poética de escritores, músicos, artistas y pensadores, voces, imágenes y sonidos que ya había estado presente en revistas como Índice, de Juan Ramón Jiménez, o Cruz y Raya, de José Bergamín”. Su número cincuenta acoge en portada y en las páginas centrales el Cuaderno de artista realizado en Sudán, de Miquel Barceló; lo cierra un CD con música del bonaerense Fabián Panisello.

En medio, versos de Caballero Bonald, la uruguaya Circe Maia, Luis Alberto de Cuenca, el peruano Eduardo Chirinos o Gamoneda; relatos de López Ortega y del austriaco Josef Haflinger; un ensayo del colombiano Carlos Granés sobre Octavio Paz y el arte o un  artículo del portugués Eduardo Lourenco sobre Religión, religiones, laicidad. Adam Zagajweski contribuye con un ensayo sobre la premio Nobel polaca Wisława Szymborska, de quien el lector encuentra tres poemas en versión de Abel Murcia y Gerardo Bertrán.

Esta internacionalidad es una constante de Sibila y “su multivocidad -señala Marset- es también generacional. Con una mayor concentración en autores y artistas nacidos en torno a los años sesenta, desde su primer número hasta el actual Sibila ha sido hecha por colaboradores que tenían hasta más de sesenta años de distancia entre sí”.

Voces consagradas de la poesía y la narrativa como Octavio Paz, José Ángel Valente, José Saramago, Claudio Magri, Bernardo Atxaga y Antonio Tabucchi, y ensayistas de la talla de Giorgio Agamben o Daniel Zaid se han unido a nombres hoy célebres pero que dieron sus primeros pasos en español en las páginas de Sibila: Nicolás Casariego, Marina Perezagua, Sara Mesa, Christina Colmena, Glyn Maxwell, Simon Armitage, Humberto Ak’abal…

“Y especial atención hemos dado a los compositores”, subraya Marset, “desde la generación que tiene ahora cincuenta años. Muchos han sido luego premios nacionales, como César Camarero, Mauricio Sotelo, José Manuel López López, Francisco Martín Quintero, pero en sus orígenes no eran tan conocidos en España, ni en Hispanoamérica ni en otros países donde se distribuye Sibila”. Junto a ellos, una red de artistas plásticos que incluye creadores como Juan Muñoz, Cristina Iglesias, Jaume Plensa, Lucio Muñoz, Eduardo Chillida y Evru (Zush), entre otros.

La revista ha alentado el descubrimiento de nuevos creadores también entre los artistas, apunta Marset, y así surgieron colaboraciones interdisciplinares en los sucesivos números. “A los músicos les servían los poetas como inspiración -como ha sucedido, en el caso de César Camarero con María Negroni y Pedro Lastra- y desde el primer número hemos tenido colaboraciones entre músicos y artistas plásticos: José Manuel López con José Manuel Broto o Mauricio Sotelo con José Ángel Valente, entre otros muchos. Siempre hemos valorado este descubrimiento entre las artes y entre creadores de territorios geográficamente distantes que se volvían cercanos a través de Sibila”.

“Siempre hemos valorado este descubrimiento entre las artes y entre creadores de territorios geográficamente distantes que se volvían cercanos a través de Sibila”.

El apoyo de la Fundación BBVA comenzó en 2001, cuando la revista llevaba seis números publicados y dos años parada por problemas económicos. Rafael Pardo, director de la Fundación, recordaba aquel momento ante el público asistente a la celebración del aniversario: “Cuando nos plantearon el problema, lo que vimos fue un proyecto de excelencia que no se podía dejar desaparecer. Lo más difícil estaba hecho: crear una comunidad de artistas plásticos, narradores, poetas y músicos”.

Juan Carlos Marset hizo hincapié en que “la Fundación BBVA nunca nos ha sugerido contenidos; sí nos ha pedido excelencia, trabajo, asumir riesgos y, en la duda, no ser conservadores y optar por los proyectos más exigentes. Un ejemplo es la colaboración entre Octavio Paz y el pintor mexicano Vicente Rojo, que fue muy bonita e importante porque Octavio Paz publicó sus últimos poemas en Sibila”. Adicionalmente, la Fundación hace posible que la revista llegue a decenas de centros culturales, universidades y bibliotecas de todo el mundo, con especial foco en Hispanoamérica.

Cuando a Marset se le pregunta por cómo debería cambiar Sibila en el futuro, responde enseguida lo que no debería cambiar: “El papel se ha convertido en un formato prescindible para otros productos: por ejemplo, para una enciclopedia es más eficiente y tiene más sentido la edición digital. El papel de carta amalfitana de Sibila es, en cambio, sustancia de la revista. Se hace en Amalfi, a donde se cuenta que lo llevó Marco Polo procedente de China.

En su composición lleva algodón, lino, arroz…: pasarán trescientos años y no habrá amarilleado. Consigue enamorar incluso sensualmente, por su tacto. Gracias a él se puede disfrutar del cuerpo mismo de la revista simultáneamente al disfrute de su contenido. Este formato físico y palpable es parte de la esencia de Sibila, junto a la presencia del texto no como obra de arte, sino para ser leído por quienes les gusta leer; y de la música, para ser escuchada por quienes les gusta escuchar”.