NOTICIA

El desafío de una Europa donde crece la esperanza de vida, pero también la dependencia

MÓNICA G. SALOMONE

La esperanza de vida de los europeos está aumentando unos dos años por década, como media. Pero, ¿cuántos de los años extra que vivimos son con buena salud? Aunque no es fácil determinarlo, la información disponible revela tendencias que suponen un desafío. “La esperanza de vida con salud a los 65 años no está aumentando en Europa en su conjunto”, dice Carol Jagger, AXA Professor de Epidemiología del Envejecimiento en la Universidad de Newcastle, Reino Unido.

15 marzo, 2018

Perfil

Carol Jagger

Ciclo de conferencias

“Demography Today”

Esta demógrafa, que  ha intervenido este pasado lunes en Demography Today, alerta además de un problema creciente: las desigualdades sociales marcan a su vez diferencias en la esperanza de vida con salud entre ciudadanos de un mismo país.

“¿A qué llamamos buena salud?”, se pregunta Jagger. “En la muerte no hay ambigüedad, pero en la buena salud sí”. Las diferencias en lo que cada población considere buena salud o dependencia -¿ayuda para salir a hacer la compra, o para levantarse, bañarse…?- dificultan la obtención de datos estandarizados sobre esperanza de vida con salud en cada país. Sin embargo, los demógrafos señalan que es urgente averiguar si el actual aumento en esperanza de vida trae más años de salud, o de dependencia, porque esta información tiene importantes implicaciones sociales y económicas.

La tendencia global no es positiva, según expuso Jagger en su intervención. A un británico de 65 años le quedan unos 10 años de vida saludable, y siete años más con alguna dependencia. En Francia este periodo llega casi a una década. Pero hay gran variabilidad entre países, y España se sale de la media para bien: “En los últimos años la esperanza de vida con salud en España sí está aumentando”, dice Jagger.

Las grandes diferencias entre países se deben a distintos hábitos de vida. Jagger apunta en particular a la obesidad, un factor de riesgo importante para la enfermedad y la dependencia cuya incidencia varía entre países. Y destaca las medidas saludables sobre las que hay total consenso: “No fumar; beber alcohol solo moderadamente; seguir una dieta equilibrada; hacer ejercicio de manera regular; y mantener una vida social activa y el cerebro despierto”.

Son hábitos sencillos, pero Jagger señala que no está siendo fácil que la sociedad los asuma: “No sabemos por qué; puede que nuestro discurso esté llegando solo a quienes ya tienen la información, o tal vez haya elementos que impiden que la población cambie sus hábitos”.

Uno de estos elementos, sobre los que esta experta alerta especialmente, es la desigualdad social, responsable de que haya grandes diferencias en la calidad de vida de ciudadanos de un mismo país -por ejemplo en el acceso a educación de calidad,  servicios de salud y oportunidades de desarrollar hábitos saludables-. “Yo puedo salir a caminar por mi barrio porque es seguro, pero no todas las áreas lo son”, ilustra Jagger.

En el Reino Unido, las desigualdades están creciendo, y se traducen en diferencias de hasta 18 años  en la esperanza de vida saludable dentro del mismo país: “Hay algunas zonas en que la esperanza de vida sin dependencia está incluso por debajo de la edad de jubilación, es decir, la dependencia aparece antes de los 65 años, y eso es un problema, porque tendremos que alargar la edad de jubilación para mantener las pensiones”. Incluso dentro de una misma ciudad, Newcastle, se registra una diferencia de 11 años en la esperanza de vida con salud.