shutterstock_1081732112 1024×576

De los estudios a las competencias: condicionantes y resultados del capital humano en España

Los estudios superiores y las competencias adquiridas favorecen el acceso al empleo, pero también la salud, el bienestar subjetivo y los comportamientos cívicos

El nivel de estudios y las competencias adquiridas son dos dimensiones relevantes en las oportunidades económicas y laborales de las personas y también inciden en otros aspectos del bienestar como la salud, la satisfacción con la vida o los comportamientos cívicos y la participación social. Sin embargo, las oportunidades educativas en España son desiguales y, en particular, el acceso a los sucesivos niveles de enseñanza se ve afectado por condicionantes como la situación económica de la familia, el nivel de estudios de los progenitores o el tipo de ocupación en el que estén empleados. Las características del entorno también afectan a las posibilidades de alcanzar el máximo nivel de estudios y España muestra un entorno más desfavorable a la educación que otros países de la UE. Los recursos destinados a la enseñanza son menores, con un peso del gasto público en educación en el PIB del 4,1%, solo por delante de Croacia, Hungría, Lituania, Luxemburgo, Grecia y Rumanía.

9 diciembre, 2022

La monografía De los estudios a las competencias: Condicionantes y resultados del capital humano en España de la Fundación BBVA y el Ivie, que se publicará próximamente, tiene en cuenta este contexto para analizar la implicación de los niveles formativos en el bienestar económico y personal de la población. El estudio, elaborado por un equipo multidisciplinar de economistas y psicólogos dirigido por los investigadores del Ivie José María Peiró y Lorenzo Serrano, introduce en el análisis no solo la formación reglada obtenida, sino también un amplio abanico de competencias adquiridas (competencias esenciales; competencias comportamentales de tipo cognitivo y de carácter social; competencias globales; y competencias digitales). Para ello, se evalúan tanto las competencias de los alumnos en torno a 15 años (últimos datos disponibles de PISA 2018), como las competencias de la población adulta (a través de Programa Internacional de Evaluación de Competencias de Adultos, PIAAC, por sus siglas en inglés).

Las competencias muestran una relación positiva con el nivel de estudios, es decir, cuanto mayor nivel de estudios se alcanza, más competencias se adquieren. Como muestra el gráfico, a mayor nivel de estudios mejores puntuaciones en competencias esenciales en PIAAC.

Existen diversos factores que inciden en la probabilidad de alcanzar un nivel educativo y otros que favorecen la adquisición de competencias. Entre los primeros, la monografía destaca la situación económica familiar durante la adolescencia, el nivel de estudios de los progenitores y su situación laboral. Según los datos disponibles, los estudiantes que gozan de una situación económica buena o muy buena durante la adolescencia (siendo iguales el resto de características y circunstancias) tienen más de 20 puntos porcentuales más de probabilidad de alcanzar estudios superiores (FP superior y universitarios) que quienes sufren una situación económica muy mala. Además, las personas cuya madre tiene un nivel alto de estudios también elevan en 20 puntos porcentuales su probabilidad de completar estudios superiores. Los efectos del nivel de estudios del padre son igualmente relevantes, pero algo menores, ya que amplían la probabilidad en 16 puntos.

También la relación con el mercado de trabajo de los padres influye en la educación de los hijos, más allá de los aspectos relativos a la capacidad financiera o de la condición más o menos acomodada del hogar. Según los datos que se desprenden del estudio, los hijos de padres que trabajan tienen una probabilidad 10 puntos mayor de completar estudios superiores que el resto. Así mismo, influye en los niveles educativos alcanzados, el tipo de ocupación de los progenitores, ya que los hijos de personas con empleos altamente cualificados (directores y gerentes, técnicos y profesionales, científicos e intelectuales y técnicos y profesionales de apoyo) tienen 21,5 puntos más de probabilidad de alcanzar estudios superiores.

Otros factores que pueden determinar la formación alcanzada que se analizan en la monografía son el tamaño del municipio de residencia y el número de hermanos menores que se tengan. En particular, el tamaño del municipio influye de modo significativo en el nivel de estudios completados. Conforme aumenta el tamaño de la localidad se incrementa la probabilidad de tener estudios superiores y disminuyen las de no llegar más allá de los estudios básicos. Este efecto se aprecia ya al pasar de municipios de menos de 10.000 habitantes a poblaciones entre 10.000 y 100.000, pero resulta especialmente intenso en los municipios de más de 100.000 habitantes, donde la probabilidad de completar estudios superiores es 8,9 puntos mayor que en los municipios más pequeños.

En cuanto al número de hermanos menores de edad está también asociado a una menor probabilidad de completar estudios superiores (hasta 2,5 puntos porcentuales menos de probabilidad por cada hermano menor).

Junto a las variables que tienen que ver con las características y las decisiones educativas de las familias, también el entorno general afecta a los niveles educativos alcanzados. La monografía estudia algunos condicionantes en los que España muestra un entorno más desfavorable a la educación que otros países de la UE. Entre ellos, destaca el peso del gasto público en educación sobre el PIB, que en España se sitúa en el 4,1%, (similar al de Italia), solo por delante de Croacia, Hungría, Lituania, Luxemburgo, Grecia y Rumanía. Este peso refleja la gran distancia existente con países como Suecia (7,1%), Dinamarca (6,4%), Bélgica (6,3%) o Finlandia (6,1%), y está por debajo del promedio europeo (4,7%) y otros países vecinos como Francia (5,4%) o Portugal (4,6%). Además, en España el mercado de trabajo es poco favorable, con un peso de las ocupaciones cualificadas por debajo de la media de la UE-27 (35,1%, frente 41,6%) y solo por delante de Bulgaria, Grecia y Rumanía. Todo esto contribuye a que la tasa de abandono educativo temprano en nuestro país muestre resultados muy desfavorables (13,3%, la segunda mayor de toda la UE-27, solo por detrás de Rumanía y muy lejos de la media, situada en el 9,7%).

Con respecto a los factores que favorecen la adquisición de competencias, destacan el nivel socioeconómico y cultural de las familias y los estudios de la madre, que inciden positivamente en prácticamente todas ellas. Por el contrario, la repetición de curso, haber cambiado de colegio y haber nacido en los últimos tres meses del año se relaciona con menores niveles de competencias entre los jóvenes de 15 años.  Por ejemplo, haber repetido curso presenta una penalización de -64,6 puntos en la competencia en lectura y de -72,5 puntos en matemáticas, mientras que haber cambiado de escuela dos o más veces reduce en -23,3 puntos las puntuaciones en matemáticas y en -18,5 en lectura.

Efectos del nivel educativo y las competencias en la economía y el empleo

El nivel de estudios y las competencias adquiridas inciden en la participación en el mercado de trabajo, la probabilidad de tener empleo y la calidad del mismo. Según la monografía, las mayores tasas de empleo corresponden a las personas con estudios superiores, universitarios o de Formación Profesional Superior. Tener ese tipo de estudios superiores aumenta la probabilidad de tener empleo en 21,4 puntos porcentuales, frente a las personas que solo cuentan con educación primaria.

Pero además de estar ocupado, es importante la calidad de esa ocupación y, nuevamente, la formación y las competencias mejoran las condiciones. El principal factor que determina tener un empleo indefinido es la formación superior, ya que aumenta la probabilidad de tenerlo en 26 puntos respecto a las personas con formación primaria. Junto a la estabilidad, la formación también se asocia a la calidad del empleo en cuanto a mayor remuneración. En este caso, las personas con estudios superiores obtienen salarios un 71,9% más elevados que los trabajadores con estudios primarios con características personales y orígenes socioeconómicos similares.

También los estudios universitarios son determinantes en la probabilidad de tener una ocupación de alta cualificación, ya que se eleva en 73,3 puntos respecto a las personas con formación primaria. Además, los trabajadores con estudios superiores copan también el empleo de especialistas TIC, al concentrar el 82,9% de los empleos en esta alternativa laboral que ha crecido un 42,1% en los últimos 16 años. En este sentido, también destaca el menor riesgo que tienen los universitarios de automatización de su trabajo, solo el 12,8% podría verse en riesgo alto de ser sustituido por tecnología, frente al 50,2% de los trabajadores con estudios primarios.

Por último, la monografía incide en otro aspecto de la calidad del trabajo que ha sido muy importante durante la pandemia de COVID-19, como es la posibilidad de teletrabajar. Esta opción está más accesible en el caso de los empleados con estudios universitarios, dada la relación positiva entre educación y competencias digitales y su mayor capacidad para acceder a ocupaciones en las que el teletrabajo es más viable. De hecho, un 23,9% de personas con estudios universitarios teletrabajó más de la mitad de los días del año 2020, frente al 1,5% de los ocupados con formación primaria.

Al margen del nivel de formación adquirido, las competencias también contribuyen a mejorar los resultados laborales. La disposición a aprender y las competencias digitales estimulan la participación en el mercado laboral (estar activo, ya sea como parado o como ocupado) mientras que las numéricas y las personales y sociales relacionadas con la personalidad (habilidades sociales y de comunicación y la capacidad de trabajar en grupo) mejoran la probabilidad de conseguir un empleo. Así, una persona que obtiene 100 puntos más en competencias numéricas en la prueba internacional PIAAC de la OCDE (escala de cero a quinientos puntos) tendría 11,6 puntos porcentuales más de probabilidad de tener un empleo. Además, si esa persona presenta niveles significativamente superiores a la media de la muestra (PIAAC) en las competencias uso de la escritura, disposición a aprender y digitales aumenta 15 puntos su probabilidad de participar en el mercado de trabajo. La calidad del empleo también varía con las competencias. Niveles significativamente superiores a la media en uso de competencias numéricas aumentan en 4,4 puntos la probabilidad de tener un contrato indefinido. En el caso de la competencia de influencia en el trabajo, el salario aumentaría un 12,2% y la probabilidad de tener una ocupación altamente cualificada en 14,6 puntos. También la competencia de aprendizaje en el trabajo estaría asociada a 5,2 puntos más de probabilidad de una ocupación altamente cualificada.

Efectos del nivel educativo y las competencias en la salud

El nivel educativo alcanzado no favorece únicamente la situación económica y laboral de las personas, también incide en otros aspectos como la salud y los hábitos saludables de vida. Solo el 12,8% de ocupados con formación superior sufre problemas de salud crónicos, cuatro puntos menos que los trabajadores con estudios primarios. Además, el 93,1% de los primeros considera que su estado de salud es bueno o muy bueno, frente al 84,7% de los que cuentan como máximo con formación primaria.

Estado de salud autopercibido por nivel de estudios y situación laboral. España, 2019 (porcentaje)

Tener estudios universitarios es uno de los determinantes que afecta positivamente a la realización de actividad física semanal, frente a una vida sedentaria, ya que las personas con estos estudios tienen 14,1 puntos porcentuales más de probabilidad de hacer ejercicio varias veces a la semana que los que solo tienen estudios primarios. Del mismo modo, incide en el consumo diario de productos saludables (fruta y verdura), con 13 puntos porcentuales más de probabilidad en el caso de las personas con estudios universitarios, y en el menor consumo de tabaco (los individuos con esta titulación superior tienen una probabilidad de fumar 9,3 puntos porcentuales inferior a aquellos con estudios solo hasta primaria).

Además, la monografía también muestra que tener estudios superiores contribuye a paliar los efectos negativos sobre la salud en las situaciones desfavorables como la COVID-19. Las personas con titulación universitaria han resistido mejor la incidencia de la pandemia de COVID-19 sobre la salud, ya que mostraron menor incidencia en 11 de los 14 síntomas psicosomáticos analizados en la monografía durante la crisis sanitaria (encuesta del CIS sobre salud mental durante la COVID-19).

Las competencias adquiridas también están relacionadas con la salud de las personas. En concreto, la comprensión lectora y la disposición a aprender se asocian con una mayor percepción de disfrutar de una salud excelente entre las personas adultas. Además, las personas jóvenes que se sienten competentes en lectura y que se ven capaces de examinar cuestiones locales, globales e interculturales, y de comprender y apreciar las perspectivas de los demás, también indican en mayor medida que tienen una salud excelente.

Las personas jóvenes que desarrollan sus habilidades para obtener información sobre empleo y estudios en el futuro, gracias a las iniciativas de sus centros educativos (INFOJOB1 – tabla de descripción de competencias), indican en mayor medida que tienen una salud excelente.

Destaca también un efecto negativo en la competencia relacionada con el uso de las TIC entre los jóvenes cuando está orientado a la diversión (videojuegos) ya que incrementa los problemas de salud en nueve síntomas medidos por PISA (dolor de cabeza, dolor de estómago, dolor de espalda, etc.). Sin embargo, su uso para fines académicos no tiene esos efectos negativos.

Efectos del nivel educativo y las competencias en el bienestar personal

Las personas con estudios superiores se muestran más satisfechas con su vida. En concreto, tienen 19,1 puntos porcentuales más de probabilidad de reportar una alta satisfacción con la vida que las que solo tienen educación primaria. Estar ocupado es otro de los aspectos que más influyen en una alta satisfacción con la vida. Sin embargo, las brechas entre parados y ocupados se reducen de manera sensible cuando la persona en paro tiene cierto nivel de estudios.

Cerca del 70% de las personas que combinan estar ocupados con estudios superiores expresan una alta satisfacción con sus vidas, frente al 45,6% de los ocupados con educación primaria. Además, la persona con estudios también se ha mostrado más resiliente, en términos de bienestar emocional, durante la pandemia.

Distribución de la población según su nivel de satisfacción con la vida por nivel educativo y situación laboral. España, 2018 (porcentaje)

En cuanto a la relación entre las competencias adquiridas y el bienestar personal, el estudio destaca que las personas jóvenes que puntúan alto en competencias matemáticas son más propensas a expresar satisfacción con la vida (obtener 100 puntos más en PISA en la prueba de matemáticas supone 4 puntos más de probabilidad de reportar alta satisfacción con la vida).

Además, las personas jóvenes que se sienten competentes a la hora de entender e interesarse por el mundo que les rodea, lo que se conoce como competencia global (comprender y apreciar las perspectivas de los demás; interesarse por la comunicación intercultural; y emprender acciones para el bien común y el desarrollo sostenible), tienden a estar más satisfechos con sus vidas, experimentan más emociones positivas y muestran un mayor interés por su desarrollo personal vinculado al aprendizaje en el centro educativo.

Efectos del nivel educativo y las competencias en el comportamiento cívico

La monografía amplía el análisis de los efectos de la formación y las competencias hasta el ámbito de las actitudes, la participación ciudadana y el compromiso social de la persona. De ese análisis se desprende que los titulados universitarios son los que registran los mayores porcentajes de personas pertenecientes a organizaciones de voluntariado en todo tipo de organizaciones (culturales, medioambientales, deportivas, humanitarias, de consumidores, grupos de autoayuda, así como partidos políticos y asociaciones profesionales). Sin embargo, son comparativamente menos participativos en organizaciones religiosas y en sindicatos.

También se caracterizan los titulados superiores por sus menores actitudes machistas y por un reparto de las tareas del hogar más equitativo (aunque en todos los grupos de población por estudios la mujer realiza más horas de trabajo en el hogar). Además, el porcentaje de mujeres universitarias que ocupan puestos de dirección es mayor que en cualquier otro nivel educativo (un 28,7% frente al 9,2% de las que solo cuentan con educación primaria). En el caso de los hombres la proporción es 50,8% frente 18,3%. Esto indica una ligera reducción de la brecha relativa entre hombres y mujeres en el caso de la formación superior, comparada con el nivel básico de educación.

En cuanto a la relación entre competencias y comportamiento cívico de las personas, la monografía encuentra datos relevantes en las competencias numéricas, que reducen la indefensión, es decir, la creencia de que no se puede influir en las decisiones de los gobiernos, lo que, por tanto, genera desapego hacia la política y hacia las iniciativas sociales. También la competencia en lectura y escritura y la disposición a aprender son significativas, ya que aumentan la probabilidad de colaborar en actividades de voluntariado. Las fuentes estadísticas disponibles no permiten analizar la influencia de las competencias en las actitudes machistas o brecha de género.

Recomendaciones

El análisis realizado en esta monografía revela la importancia de la formación y las competencias adquiridas en la situación económica y personal de los individuos. Además, pone de manifiesto que estos dos componentes del capital humano presentan sinergias y no son sin más sustituibles el uno por el otro. El estudio también señala la existencia de condicionantes externos, tanto del entorno como de la propia situación socioeconómica de las familias, que impiden que el acceso a los mayores niveles de enseñanza sea igualitario. Como se ha comentado, España muestra un entorno más desfavorable que otros países europeos a la educación. La situación económica de la familia durante la adolescencia, el nivel de estudios de los progenitores o el tipo de ocupación que desempeñan también determinan las posibilidades de alcanzar la máxima formación académica de los individuos.

Además, la educación española presenta dos aspectos que perjudican el avance hacia niveles educativos superiores. Por un lado, la probabilidad de repetición de curso es un indicador en el que España tiene cifras muy elevadas (29% del alumnado de 15 años ha repetido en alguna ocasión, frente al 11% de media en la OCDE). Por otro lado, la tasa de abandono educativo temprano en 2021 es preocupante, un 13,3% en España, lo que supone el penúltimo país europeo con la tasa más elevada, solo por detrás de Rumanía, por encima del 9,7% de la media UE-27.

Ante estos factores que pueden perjudicar a determinados colectivos en su desarrollo educativo y la adquisición de competencias, los autores plantean una serie de recomendaciones para tratar de paliar esas desigualdades. Se trata de una serie de sugerencias para llevar a cabo en el propio sistema educativo, en las empresas e incluso en el ámbito personal y familiar.

Actuaciones en el sistema educativo.

La igualdad de oportunidades educativas precisa medidas en todos los niveles de la enseñanza:

  • Impulso decidido a la educación infantil en sus primeras etapas para que sea accesible a todos los entornos socioeconómicos.
  • Apoyo a la formación de alumnos con problemas de aprendizaje, especialmente en los centros públicos que es donde se concentran estos estudiantes.
  • Capacitar al profesorado en competencias transversales o genéricas (requeridas en múltiples puestos de trabajo como trabajo en equipo, gestión de la incertidumbre, empatía, proactividad, persistencia, inteligencia emocional, dedicación, o automotivación) y también en su adaptación a la digitalización en la actividad docente.
  • Incentivar desde las primeras etapas de enseñanza las competencias básicas (lectoras y numéricas) y, en especial, el interés por la ciencia, la tecnología y las matemáticas para conseguir más matriculaciones en titulaciones STEM, principalmente entre las mujeres.
  • Favorecer la relación de la empresa con la escuela y extender los mecanismos de prácticas a lo largo del proceso educativo y no solo al final de los estudios, atendiendo al desarrollo de las competencias profesionales en las prácticas de empresa.
  • Adaptar la oferta de titulaciones y ciclos formativos a los cambios en las ocupaciones y tareas del tejido productivo.
  • Los centros educativos deberían incluir en sus estrategias la empleabilidad de sus egresados.

Actuaciones en las empresas, para implicarse más en la educación desempeñando un papel más activo en la formación continua a lo largo de toda la vida laboral:

  • Crear un marco institucional y de relaciones laborales que estimule la utilización y el desarrollo de capital humano por parte de las empresas y la inversión de estas en formación.
  • Impulso de las prácticas y estancias en empresas de profesores y estudiantes y la calidad de las mismas, atendiendo al desarrollo de competencias relevantes para el ejercicio profesional.
  • Mayor inversión de las empresas en el desarrollo de procesos formativos específicos para sus trabajadores porque es ingenuo pensar que el sistema educativo puede dotar a sus egresados de todos los conocimientos y competencias necesarios para puestos de trabajo concretos. Atender de forma explícita a la calidad de los procesos de tutoría, seguimiento y orientación de los jóvenes en prácticas.

El papel de los jóvenes y sus familias, ya que es esencial la participación y el esfuerzo de las familias y de los propios estudiantes para lograr resultados satisfactorios:

  • Una vez niveladas las condiciones que afectan a la decisión del tipo de formación y titulaciones, los estudiantes han de contemplar todas las opciones, incluso las que impliquen movilidad.
  • Reforzar la exposición de los jóvenes a periodos de prácticas y a experiencias académicas en otros países.
  • Dedicar recursos a la formación en idiomas y en TIC.
  • Transmitir actitudes y valores decisivos para la consolidación de muchas de las competencias relevantes para el posterior éxito vital de las personas.

Los estudios de una persona y las competencias que posee son componentes fundamentales de su capital humano. Ambos están positivamente relacionados pero caben situaciones en que estos vayan disociados. Las sinergias entre ellos optimizan no solo las oportunidades y logros en el mercado laboral y en la calidad del propio trabajo sino también en la salud, el bienestar y la conducta cívica de las personas. Es pues importante que los diferentes grupos de interés se impliquen en la mejora de la educación y en su eficacia óptima para producir la adquisición y desarrollo de las competencias que nuestra sociedad y el tejido productivo necesitan y demandan de las personas.