Conferencia del ciclo 'LOGOS. Visiones del mundo clásico'

Juan Antonio González Iglesias explora la felicidad como ‘fruto perfecto de la cultura clásica’

Las librerías de nuestra sociedad están repletas de obras de autoayuda, con frecuencia inspirados por corrientes de filosofía oriental como el budismo. Sin embargo, Juan Antonio González Iglesias, catedrático de Filología Latina de la Universidad de Salamanca, señala que “no hemos inventado nada”. En realidad, apunta, “lo que hoy llamamos ‘coaching’ tiene raíces profundas en la Antigua Grecia y Roma de las que no somos conscientes, con el riesgo de que estamos empezando desde cero o recurriendo a la vía oriental, cuando tenemos una tradición espléndida en los clásicos, no sólo a través de la filosofía sino de ejemplos concretos de personajes históricos, de vidas ejemplares que merece la pena leer”. El profesor González Iglesias ha liderado el proyecto de investigación “La felicidad en la historia: de Roma a nuestros días”, realizado con el apoyo del Programa Logos de Ayudas a la Investigación en Estudios Clásicos de la Fundación BBVA. Este jueves 15 de septiembre ha presentado los principales resultados de este estudio en una conferencia titulada ‘La felicidad, fruto perfecto de la cultura clásica’, programada dentro del Ciclo Logos: Visiones del mundo clásico, en la sede madrileña de la Fundación. El vídeo de la conferencia completa está disponible pinchando ‘play’ sobre la imagen que encabeza esta noticia.

12 septiembre, 2022

Conferencia

La felicidad, fruto perfecto de la cultura clásica

15 de septiembre a las 19:30 h

“La etimología de la palabra felicidad”, explica González Iglesias, “va asociada a la fecundidad (fecundus). La palabra implica una plenitud productiva, que da fruto y no se queda en uno mismo. Para los clásicos, una persona feliz es alguien que no solo está bien, sino que a la vez produce, regala, comparte con los demás”.

El objetivo de su proyecto de investigación ha sido diseccionar el concepto de felicidad en obras clásicas de la historiografía romana, textos que estaban pensados para formar a la ciudadanía a través de la narración de hechos y vidas ejemplares. “Las culturas clásicas eran literarias e históricas”, explica González Iglesias, “se basaban en leer historia y literatura como algo fundamental en la formación de las personas,  proporcionando un bagaje de preparación para lidiar con los avatares de la vida”.  En el mundo clásico, la historia se consideraba  “una maestra de vida”, y esto se conseguía  “a través de textos con un carácter memorable, que debían quedarse grabados en la mente del lector”.

En aquel contexto, la felicidad se entendía como algo que se podía ejercitar mediante un entrenamiento, con ayuda de textos que enseñaban a vivir: “ese era justamente el concepto de virtud, se trata de algo que ejercitas casi como en un gimnasio para evitar lo malo y buscar lo bueno. Y va asociada también a la belleza y la moral”.

A modo de ejemplo, González Iglesias define el epicureísmo  como “el budismo occidental”, una filosofía “que intenta evitar el mal y buscar el bien, pero razonadamente, meditadamente, no de manera inconsciente, sino de una forma que implica aprendizaje, que requiere preparación y entrenamiento, a ser posible desde niños, aprendiendo con ejemplos”.  Otro principio de lo que hoy llamaríamos autoayuda en el mundo clásico sería, según González Iglesias, el famoso carpe diem, pero “no como a veces se interpreta hoy, de forma burda, como si el objetivo fuera dejarse llevar por un hedonismo destructivo, sino de saber valorar lo bueno de cada momento”.

Herramientas de resistencia ante la adversidad

Al mismo tiempo, debido al dramático contexto internacional de los últimos dos años – primero con la pandemia y después con la guerra en Ucrania –, González Iglesias señala que el proyecto se ha dedicado a explorar no solo lo que los clásicos nos pueden enseñar sobre la felicidad en el plano personal y privado, sino también en el ámbito social y público.

“Los momentos duros que hemos sufrido en los últimos años nos han mostrado que no solo cada uno de nosotros en nuestra vida personal, sino nuestros gobernantes deberían estar más entrenados a efectos de una felicidad pública”, explica. “Por eso hemos comprobado que hoy merece la pena recuperar ciertos autores estoicos, o que han mezclado el estoicismo con el epicureísmo, y proporcionan herramientas de fortaleza o de resistencia para las circunstancias actuales”.

De la escuela estoica, el proyecto de González Iglesias ha analizado en particular dos textos fundamentales: el tratado ‘Sobre la vida feliz’, de Séneca, y las ‘Meditaciones’ de Marco Aurelio, “unas anotaciones breves que hoy serían casi como una colección de tuits, de recomendaciones sobre cómo afrontar la vida”, señala. “Ahora que está tan de moda el concepto de resiliencia, pues el estoicismo es de alguna manera la resiliencia del mundo antiguo, el saber sobreponerse y levantarse otra vez frente a los momentos malos”.

Los beneficios de “la perspectiva histórica”

En el ámbito de la poesía, González Iglesias resalta especialmente las odas de Horacio y su  concepto del aurea mediocritas, que “no tiene nada que ver con la mediocridad, sino que se refiere al punto medio perfecto, donde no te desanimas cuando las cosas te van mal, ni te creces mucho cuando te vayan muy bien. Ese punto medio perfecto es el que te protege, en el que te autocontrolas tanto ante los triunfos como en los fracasos”.

Otra de las herramientas fundamentales que nos puede proporcionar la lectura de los clásicos es “la perspectiva histórica”, porque tendemos a centrarnos mucho en el momento presente que estamos viviendo, lo que nos puede llevar a perder la esperanza. Sin embargo, González Iglesias señala que “la perspectiva larga de la historia ayuda a ver que hay momentos oscuros, pero que en el pasado también se vivieron y se pudieron superar, así que en cierto modo podemos predecir que saldremos de esta”.

En definitiva, este proyecto de investigación ha comprobado la plena vigencia de los clásicos ante un desafío tan universal y a la vez tan complejo como la búsqueda de la felicidad. “Leer a los clásicos”, concluye González Iglesias, “puede parecerse a lo que hoy denominaríamos autoayuda, pero es superior y anterior. Los clásicos no son una garantía de felicidad absoluta, pero sí de sentirse acompañados y estar mejor instruidos para ser felices. Nos enseñan, pero lo hacen de una manera tan amena que ni siquiera te das cuenta de que estás aprendiendo, al  leer una biografía o un poema que se te queda en la memoria. Nos aportan herramientas y perspectiva para tener esperanza y confianza en el futuro, liberándonos de la ansiedad del presente, sobre todo cuando pasamos por momentos tan complejos como los que hemos vivido y estamos viviendo”.