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Paul Nurse pronuncia la Conferencia SEBBM-Fundación BBVA para abrir el congreso de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular

Muchos se han referido a él como uno de los científicos más poderosos del planeta. Sir Paul Nurse (Norfolk, Reino Unido, 1949) dirige el mayor centro de investigación biomédica en Europa, el recién estrenado y poco convencional Instituto Francis Crick, instalado en pleno centro de Londres en un impresionante nuevo edificio que ya tiene apodo: la catedral de Sir Paul. Cuando esté del todo operativo –lo que se espera que ocurra a principios de 2017– el Crick tendrá una plantilla de 1.500 personas, 1.250 de ellas científicos, y un presupuesto anual de más de 150 millones de euros.

5 septiembre, 2016

Paul Nurse pronunciaba el pasado 5 de septiembre la Conferencia SEBBM-Fundación BBVA con que se ha inaugurado el XXXIX Congreso de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular (SEBBM) en el Palacio de Congresos de Castilla y León, en Salamanca.

Pese al cargo que ostenta y un prestigio científico y como gestor reconocidos internacionalmente, Nurse es famoso por su afabilidad, un carisma que logra atraer a la ciencia al público en general; su atípica visión sobre cómo fomentar los descubrimientos –habla de la gestión del Crick como de una “delicada anarquía”-; y su activismo científico-político. Su última batalla en ese terreno ha sido contra el Brexit, del que afirma que “perjudicará a la ciencia británica” y “obligará a los científicos británicos a trabajar más para contrarrestar el aislamiento”.

Nurse obtuvo el premio Nobel de Fisiología o Medicina junto con Tim Hunt y Leland H. Hartwell en 2001, por descubrir genes esenciales en el proceso de división celular; también descubrió que estos genes son los mismos en levadura –el organismo con que Nurse investiga– y en humanos, algo ante lo que aún hoy dice sentirse maravillado.

Tras el Nobel, Nurse aceptó el primero de sus cargos de gran responsabilidad como gestor: rector de la Universidad Rockefeller de Nueva York. El segundo, en 2010, le convertiría en presidente de la primera sociedad científica de la historia, la Royal Society británica. Sucedería en ese puesto al astrónomo y divulgador Martin Rees. Apenas un año después, fue nombrado director del Centro de Investigación Médica e Innovación del Reino Unido, precursor del actual Instituto Crick. Nurse, por tanto, compatibilizó la presidencia de la Royal Society con la labor de crear el nuevo y ambicioso Instituto Crick –doble faceta a la que Nurse debe el título de científico más poderoso del Reino Unido-.

Extrovertido en lo personal

A la biografía de Nurse hay que añadir un origen familiar lejano de la academia. Su padre era chófer y su madre limpiadora (en realidad sus abuelos, nunca ha sabido quién es su padre biológico), y él ha dicho que seguramente por eso disfruta “hablando con todo el mundo”. Nurse supo a los 54 años, por un accidente burocrático, que la persona a la que consideraba su hermana era en realidad su madre, a quien su abuela quiso evitar lo que entonces era un estigma social; él -que tuvo una infancia muy feliz- decidió hablar “muy públicamente” de este hecho como una manera de contribuir a evitar situaciones como la vivida en su familia.

Esta extroversión en lo personal se extiende a su trabajo como científico: Nurse ha insistido siempre en la necesidad de hacer comprensible la ciencia al público, que debe conocer los avances científicos y estar implicado en las decisiones políticas relativas a la ciencia.

Con la gestión del Instituto Crick, y su poco convencional estrategia para convertirlo en un centro de alta productividad, Nurse he abierto una muy viva discusión en la comunidad científica internacional: ¿Cómo de ‘dirigido’ debe ser un centro de investigación? Nurse dice que poco, muy poco: “Un centro de investigación aplicada sí necesita más dirección, pero no un centro de descubrimiento. Si diriges demasiado, obtienes lo esperado”.

¿Audacia o riesgo excesivo? La debatida osadía del Crick

Nurse insiste en que “el Crick no es el típico centro dirigido desde arriba”. Él califica su estrategia de “osada e innovadora”, y hace caso omiso a las críticas diciendo simplemente que “hay mucha gente a la que no le gusta lo osado e innovador”. Su plan se basa en “dar libertad y recursos” a sus investigadores, sin presionarles para que publiquen y fomentando “la multidisciplinariedad”.

Para evitar encorsetamientos y promover el contacto informal, el Crick es un centro abierto, sin departamentos y áreas preestablecidas. Su investigación parte de cinco grandes preguntas, amplias y a la vez profundas, del tipo “¿Cómo logra el organismo mantener la salud y el equilibrio a lo largo de la vida y a medida que envejece?”, o “¿Cómo detecta, almacena y reacciona el sistema nervioso a la información?”.

Otro pilar del Crick son los jóvenes, que son “quienes hacen los descubrimientos”, asegura el premio Nobel. Nurse aspira a que dos tercios de los jefes de grupo (de investigación) en el Crick sean brillantes jóvenes investigadores. El centro no les ofrecerá un puesto estable, sino contratos de larga duración –doce años, revisables a los seis–; finalizado este periodo, el propio organismo contribuirá a su recolocación en otros centros británicos. Él mismo era muy joven cuando realizó sus grandes descubrimientos científicos. A los 26 publica su primer trabajo que le conduciría a los genes que regulan la división celular, a los 33 identifica a Cdc2 (mas tarde llamado Cdk1), el regulador clave del proceso, y a los 38 demuestra que Cdc2 es un gen conservado de levaduras a humanos.

Nurse dice por ello que “exportaremos a los mejores científicos”, y que el Crick logrará así atraer al Reino Unido a investigadores excelentes de todo el mundo. Es su respuesta a quienes acusan al Crick de acaparar demasiados fondos de investigación. Por lo pronto, la web del Crick afirma: “Nos sentimos orgullosos de ser un instituto internacional abierto y diverso, con personal procedente de más de 70 países”.