ESENCIALES N.º 02/2023: CONSUMO Y DESIGUALDAD. CONSECUENCIAS DE LA GRAN RECESIÓN Y LA COVID-19
El consumo individual se recupera de la caída sufrida por la COVID-19 al crecer un 3,5% en 2021, pero sigue siendo un 25% inferior al de 2007
La pandemia interrumpió bruscamente la lenta recuperación del consumo individual iniciada tras la Gran Recesión, ya que en 2020 cayó hasta los 16.500 euros anuales, un 10,1% menos que el año anterior. Aunque la recuperación ha sido rápida y en 2021 el consumo alcanzó los 17.100 euros, un 3,5% más, todavía se está lejos del máximo de 22.800 euros de 2007. La Gran Recesión ya tuvo un fuerte impacto sobre el consumo individual logrado a principios de siglo, que cayó un 24,7% desde esa cifra máxima de 2007 hasta los 17.200 de 2014. La caída fue aún más acentuada en los hogares con más miembros, entre los que se encuentran aquellos con hijos dependientes, cuyo consumo se contrajo un 25,9%. Además, la larga duración de ese periodo de crisis trajo como consecuencia un incremento de la desigualdad en la distribución del consumo individual, que no ha registrado ninguna mejora ni siquiera en el periodo de recuperación, entre 2014 y 2019. Aunque la reducción en el consumo en 2020 debida al confinamiento general de la población por la COVID-19 ha supuesto una reducción de la desigualdad, la recuperación del consumo en 2021 ha venido acompañada de un nuevo aumento de la misma.
17 febrero, 2023
El consumo individual, que alcanzó un nivel de 22.808 euros en 2007, sufrió un fuerte cambio en su tendencia durante la Gran Recesión (2008 – 2014) y, más recientemente, con la COVID-19 (2020), aunque las causas hayan sido muy diferentes. Las medidas de protección social y laboral acometidas en ambos escenarios amortiguaron el efecto de la caída en el consumo individual y posibilitaron una reducción de la desigualdad. Sin embargo, en 2021 se estaba lejos de los niveles de consumo observados antes de la recesión, aunque el nivel de desigualdad se situaba ligeramente por debajo del de antes de la crisis financiera de 2007. El consumo individual analizado incluye todas las partidas recogidas en la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, que abarca desde bebida y alimentación, ropa y calzado, vivienda, agua, electricidad, hasta gastos en transporte, ocio, educación o salud y otros bienes y servicios.
El consumo individual se redujo durante la Gran Recesión un 24,7%, hasta los 17.200 euros en 2014, motivado por el incremento en la tasa de paro, la reducción salarial en algunos colectivos y la incertidumbre económica. El aumento del consumo individual tras la recesión fue muy lento y en 2019 solo se habían alcanzado los 18.400 euros, lejos aún de los valores previos a 2008. Esa lenta recuperación se vio bruscamente interrumpida en 2020 por la COVID-19, en este caso debido al prolongado periodo de confinamiento, que provocó una nueva caída del consumo individual del 10,1%, hasta los 16.500 euros. Aunque se ha recuperado en 2021 hasta los 17.100 euros, son 1.300 euros menos que en 2019 (un 7,1% inferior) y está un 25% por debajo del máximo alcanzado en 2007.
La reducción del consumo individual debida a la Gran Recesión es mayor en los hogares con más miembros, entre los que se encuentran aquellos con hijos dependientes, y también es mayor cuanto más joven es el hogar. Entre los hogares con hijos dependientes la caída del consumo individual entre 2007 y 2014 fue del 27,6%, pasando de 22.600 euros a 16.400 euros. Aunque en 2019 esta cifra había aumentado hasta los 17.900 euros, seguía siendo la más baja de los tres grupos de hogares considerados: adultos con hijos dependientes, adultos sin hijos dependientes y adultos mayores de 65 años.
Los hogares formados por personas mayores de 65 años, en general jubiladas, partían del nivel de consumo individual más reducido, 17.800 euros en 2007, y prácticamente no se vieron afectados por la recesión. Finalmente, los hogares con adultos sin hijos dependientes, que antes de la crisis gozaban del mayor nivel de consumo individual con 24.800 euros en 2007, sufrieron una caída del 26,7%, pasando a 18.200 euros en 2014, y una recuperación posterior hasta 2019 del 5,3%. Como resultado, si en 2007 la diferencia máxima en el consumo individual entre los tres tipos de hogares mencionados era de 7.100 euros, en 2019 fue de 1.300 euros. La COVID-19 ha reducido el consumo individual en los tres tipos de hogares, aunque los menos afectados, de nuevo, han sido los hogares con adultos mayores de 65 años.
El índice de desigualdad sobre el consumo —índice de desigualdad de Jorgenson y Slesnick medido a partir del consumo individual— muestra que el inicio de la Gran Recesión supuso una caída de la desigualdad de 1,1 puntos, pasando de 29,2 en 2007 a 28,1 en 2008. Desafortunadamente, durante los años de la recuperación se registraron incrementos en la desigualdad, y en 2015 se volvió al nivel de 2007, valor que prácticamente se ha mantenido hasta 2019. Aunque la reducción en el consumo en 2020 debida al confinamiento general de la población por la COVID-19 provocó una ligera reducción de la desigualdad de 0,6 puntos respecto de 2019, con la recuperación del consumo en 2021 la desigualdad ha vuelto a aumentar, hasta situarse en 28,7, superando el indicador de 2008.
Sin embargo, durante todo el periodo de análisis la evolución de la desigualdad ha sido muy diferente según la estructura del hogar. Los más perjudicados han sido los hogares formados por adultos con hijos dependientes cuya desigualdad en 2021 es 2,4 puntos mayor que en 2007. Esto es debido a que la desigualdad creció durante la recesión 2,9 puntos y la ligera caída de 0,9 puntos producida desde 2014 hasta 2019 ha desaparecido parcialmente con la COVID-19, con un nuevo aumento, que sitúa en 29,2 la desigualdad en este grupo en 2021. Por el contrario, entre los hogares constituidos por adultos mayores de 65 años (principalmente jubilados), la desigualdad se redujo durante y después de la recesión hasta 2016 (debido a que mantuvieron su poder adquisitivo) y si bien aumentó hasta 2019, con la COVID-19 volvió a caer, de forma que en 2021 el índice fue 2,9 puntos inferior al de 2007. Finalmente, la desigualdad entre los hogares con adultos sin hijos dependientes ha evolucionado de forma paralela a la de la población general.
La evolución de la desigualdad también muestra un patrón muy diferente según el nivel de consumo individual. Entre los individuos más favorecidos —definidos como el 20% con mayor consumo individual— la recesión no supuso tanto una pérdida de empleo como un ajuste en su consumo, lo que resultó en una distribución más homogénea de este, dando lugar a un aumento de la igualdad que se mantuvo con la recuperación económica. En el caso de los sujetos más desfavorecidos —definidos como el 20% con menor consumo individual— se redujo el nivel de consumo y aumentó la desigualdad como resultado del diferente efecto de la recesión sobre el empleo y de los diferentes niveles de ahorro previos. Así, entre los más desfavorecidos, la desigualdad ha aumentado un 11,8% desde 2007 hasta 2014, aunque con la recuperación económica la desigualdad casi volvió a su valor pre-recesión. Al contrario que para la población general, la COVID-19 ha supuesto tanto para los hogares más favorecidos como para los menos favorecidos un ligero aumento de la desigualdad, mayor entre los hogares más favorecidos. Este efecto ha sido muy coyuntural y en el año 2021 la desigualdad ha vuelto a los valores previos a la COVID-19.
Lograr un crecimiento inclusivo y sostenible es un compromiso de las Naciones Unidas y la Comisión Europea. Sin embargo, las políticas llevadas a cabo por los decisores públicos, tanto nacionales como supranacionales, desde el inicio de la Gran Recesión no han demostrado ser eficaces para conseguir ese objetivo. A pesar de la recuperación económica y tras el impacto de la COVID-19, en 2021 el nivel de consumo se mantiene en valores muy por debajo (un 25% menor) de los que disfrutaban los españoles antes de la crisis en 2007. Además, la desigualdad aumentó en los años de recuperación económica, y si bien debido al impacto de la pandemia en 2020 se observó una ligera reducción de la desigualdad, en 2021 ha vuelto a aumentar. En todo caso, la desigualdad se sitúa por debajo de los niveles de 2007. Sería deseable reflexionar sobre las políticas y medidas necesarias para que en los periodos de recesión económica no sean los hogares más desfavorecidos o con miembros más vulnerables los más afectados. Un punto de partida sería evaluar las medidas de protección social llevadas a cabo durante la Gran Recesión, y también la COVID-19, para identificar si su alcance, volumen y agilidad en la tramitación fue suficiente. Solo así será posible diseñar medidas eficaces ante la próxima recesión económica. Además, también urge actuar para que en periodos de crecimiento no se deje atrás a una parte importante de la población.
Para ampliar esta información puede consultarse la monografía: Consumo y bienestar social. Consecuencias de la crisis (Fundación BBVA, 2022).