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Estudio sociológico desarrollado con el apoyo de la Fundación BBVA

La evolución de la pareja en España: del rito del matrimonio para toda la vida a la diversidad de relaciones basadas en el pacto privado y la aceptación de la ruptura y el re-emparejamiento

En las últimas décadas España ha vivido una importante evolución en el concepto mismo de pareja y en los distintos momentos del proceso: desde la formación hasta la ruptura, pasando por las dinámicas internas. La mayor esperanza de vida ha venido acompañada de más posibilidades de emparejamiento en el tiempo, y del matrimonio como modelo único y ritual de pareja se ha pasado a un mapa variado de relaciones que se centran en el pacto privado. De todo ello se ha ocupado el estudio La gestión de la intimidad en la sociedad de la información y el conocimiento. Parejas y rupturas en la España actual (GESTIM-BBVA-2018), dirigido por el profesor Félix Requena, de la Universidad de Málaga, que ofrece una radiografía de esa evolución y se detiene en algunas de las nuevas tipologías de pareja.

11 febrero, 2022

Se trata de un proyecto realizado con una Ayuda competitiva de la Fundación BBVA a Equipos de Investigación Científica en el área de Economía y Sociedad Digital correspondiente a la convocatoria de 2018.  Su objetivo general es conocer la forma en la que las parejas españolas gestionan los procesos de emparejamiento, las dinámicas de vida en pareja, y la forma y consecuencias de las rupturas, cada vez más frecuentes en las biografías vitales. Pese a la importancia de esta cuestión para el análisis de la estructura social y calidad de vida en España, apenas se había analizado de forma conjunta. Esta laguna de información contrasta con la diversidad de trabajos realizados en países como Francia, Inglaterra o Estados Unidos, donde estos temas han tenido una importante tradición e impacto. Los resultados del estudio serán publicados próximamente en una monografía editada por la Fundación BBVA.

La propuesta presentada para el caso de España partía de una amplia revisión bibliográfica nacional e internacional y la elaboración de un marco teórico original que integraba todas las perspectivas desarrolladas hasta la fecha. Se planteó un diseño de investigación triangular (cuantitativa, cualitativa y de redes), con la explotación específica de varias bases de datos, sobre todo la Encuesta de Fecundidad (INE, 2018) y la tercera oleada de la Encuesta Social General Española ESGE (CIS, 2018); a ellas se le sumaba un trabajo cualitativo inédito realizado a nivel nacional, con 9 grupos de discusión y 27 entrevistas a parejas (81 en total). De este trabajo de campo se obtuvo también información para realizar un análisis de redes a 104 participantes. Esto ha permitido el estudio de las parejas desde tres perspectivas; teniendo en cuenta los diversos grupos de edad (parejas jóvenes, mediana edad y mayores), las diversas tipologías de vida en pareja, y las relaciones de pareja cara a cara o mediadas por las TIC.

Los resultados obtenidos señalan las importantes transformaciones que están aconteciendo en la esfera privada en nuestro país. Los procesos de emparejamiento se alargan cada vez más durante todo el ciclo vital con una mayor aceptación de la pluralidad; las nuevas tecnologías contribuyen a ampliar los mercados de emparejamientos y los nuevos valores a acentuar esta tendencia, dando lugar a una amplia diversidad de relaciones afectivo-sexuales que afectan a los proyectos estables de pareja. Existen importantes diferencias por edad a partir de los 65 años. A nivel interno, pese a la percepción negativa del impacto de las TIC, la comunicación en la familia es cada vez más intensa, y aspectos como la conciliación, la gestión de los cuidados, el dinero, o la sexualidad forman parte de manera más explícita de la gestión de la intimidad, con una tendencia hacia la mayor igualdad de género.

Las rupturas están más presentes en todas las generaciones, viviéndose este hecho con mayor normalización que en el pasado. Los factores de las rupturas también han cambiado y en la actualidad son principalmente emocionales, debiendo trabajarse más la gestión de las emociones en todas las edades. El análisis de redes pone de manifiesto el proceso particular de “nuclearización” de las relaciones de pareja en España, con menos hijos y con un peso más importante de las redes digitales y los amigos, pero sin perder los vínculos estructurales que han sido claves, por ejemplo, ante el confinamiento.

Contextualización: la revolución silenciosa de la vida en pareja

Si se pone el énfasis en el estudio de las parejas se desvela el intenso cambio que han experimentado las sociedades avanzadas en las últimas décadas. Por ejemplo, y solo observando la manera de formar parejas, se puede percibir el cambio desde los matrimonios concertados, el desarrollo del cortejo y el noviazgo y la conquista del amor como elemento central de las uniones hasta aspectos más actuales propios del “individualismo afectivo”, como la importancia de acumular experiencias sexuales, el rol central de los elementos emocionales, y la revolución de las Tecnologías de la Información y el Conocimiento (TIC) que multiplican interacciones, contactos, identidades y sentimientos.

Algunos cambios importantes:

  • La vida en pareja se ve influenciada por el alargamiento de la esperanza de vida.
  • La importancia del pacto privado. Los miembros de la pareja definen el tipo de relación que van a mantener, cuáles van a ser las normas de su privacidad y la existencia o no de “líneas rojas” en la misma.
  • La “revolución de los mercados de emparejamientos” como consecuencia del desarrollo de las TIC, multiplica la diversidad y tipologías de emparejamientos, y aumenta el coste de oportunidad.
  • La “cultura del amor” señala que sigue estando muy presente la “utopía del amor romántico”, pero coexistiendo con otros tipos de amor, como el amor individualista, el amor digital e incluso el llamado fastlove que identifica al amor como un objeto de consumo.
  • La erotización de la vida cotidiana da lugar a que el experimentar y acumular experiencias sexuales sea percibido de forma positiva tanto en el caso de los hombres como de las mujeres.
  • A nivel interno, la tendencia es a un mayor igualitarismo sobre todo entre las parejas más jóvenes. Las causas deben buscarse principalmente en el menor número de hijos, la integración de nuevas tecnologías en el hogar y la mayor incorporación de la mujer al trabajo extra-doméstico.
  • La mayor socialización de las nuevas generaciones en la ruptura da lugar a que se dé más importancia a saber gestionar los desacuerdos y estar preparados para un desencuentro emocional.

Las personas quieren seguir emparejándose, pero de una forma diferente a la de generaciones anteriores. Los autores se atreven a vislumbrar las tendencias de estos procesos en una sociedad digital en la que se reformulará el “arte de vivir juntos”. La necesidad emocional de experimentar probablemente traiga consigo relaciones de pareja de muy diverso tipo y forma, con una cada vez mayor legitimidad social; a la vez que se espera que aumenten las personas sin pareja, la frustración y el sentimiento de soledad. El compartir el espacio físico posiblemente pierda relevancia en favor del “estar en relación o comunicación”. Una novedad significativa será la combinación de relaciones presenciales y digitales basadas únicamente en la intensidad emocional entre sus miembros y que dará lugar a un nuevo tipo de amor digital.

El concepto de pareja en la sociedad actual

Tanto el concepto de pareja como sus diversas tipologías deben revisarse, teniendo en cuenta tres aspectos importantes:

En primer lugar, que se trata de un fenómeno que sigue afectando a mucha gente: solo el 8% de los españoles de entre 18 y más años afirmaban no haber tenido nunca pareja hasta esa fecha (ESGE, 2018). En la actualidad, aproximadamente un 70% de la población española mantiene algún tipo de relación de pareja (Estudio 3325, CIS, 2021). Entre las personas que no tienen pareja, un 43% afirma que es por no haber encontrado a la persona adecuada, y un 22% responde que no ha tenido la necesidad de tener pareja. Estos resultados señalan que, en general, a las personas que no tienen actualmente pareja les gustaría tenerla, sobre todo si encontraran a la persona adecuada. Esta búsqueda supone una importante paradoja en la sociedad digital pues pese a la aparente mayor cercanía por el acceso a información y a nuevos “mercados de emparejamiento” gracias a internet, este proceso es mucho más alargado y lleno de incertidumbres, dando lugar a lo que Fisher (2011) denomina el “amor lento”.

En segundo lugar, debe advertirse que el propio concepto de pareja que tradicionalmente era una cuestión objetivable, pues se constituía a la los ojos de la sociedad a través de diversos rituales y ritos de paso, en la actualidad se refiere a algo privado, subjetivo, que incumbe a la interpretación de sus propios miembros y a su proceso de negociación de la intimidad. La trasformación de la sociedad española hacia valores y actitudes más tolerantes hacia la diversidad familiar ha sido muy significativa en nuestro país. Tradicionalmente el concepto de pareja era un término que se refería a una realidad unívoca y ampliamente compartida, pero en la actualidad es más apropiado referirse a “relaciones de pareja” en plural, incluyendo en esta acepción diversas interpretaciones. El impacto de las nuevas tecnologías, la diversidad de tipos de “pacto inter-personal”, las transformaciones en los roles de género, o las múltiples formas de vivir el amor están detrás de esta transformación.

En tercer lugar, debe también recordarse que, aunque la formación y/u opción de vivir en pareja se trata de una decisión privada, dicha elección tiene repercusiones públicas pues afecta a la forma en la que se organiza la sociedad, lo cual tiene efectos en aspectos como la configuración del estado del bienestar, la organización de los cuidados, la fecundidad, el sentimiento de soledad, etc.

En este estudio se han identificado 20 conceptos vinculados a las relaciones de pareja que son habitualmente utilizados por la sociología de la familia. Su análisis refleja que existe una amplia diversidad de tipos de “pacto interpersonal”, donde el impacto de las nuevas tecnologías permite el establecimiento de nuevas relaciones, y emergen múltiples formas de interpretar y vivir el amor.

El análisis de la opinión de los españoles hacia diversas afirmaciones vinculadas con las relaciones de pareja permite conocer cómo las diferentes tendencias teóricas se plasman en el imaginario compartido de la sociedad española. De esta forma se subraya la consolidación de valores como la tolerancia, privatización, libertad y pluralidad, sobre todo en las generaciones más jóvenes.

El proyecto de vida en pareja de los jóvenes

Las nuevas relaciones sentimentales de los jóvenes se caracterizan por mayor incertidumbre relativa tanto a la perdurabilidad como a las dinámicas de vida, ya que no existe una secuencia predeterminada a seguir. Los rituales que organizaban la vida social en este ámbito se ven alterados. Se produce la disociación de tres elementos que tradicionalmente han estado fuertemente vinculados: sexo, reproducción y matrimonio. Se asiste a relaciones de pareja más libres, pero al mismo tiempo más inseguras y con mayores incertidumbres. En la juventud es donde se observa con mayor claridad la existencia de dos tendencias en la formación de la pareja; por un lado, la posibilidad de conocer más gente, de forma rápida, con las que experimentar y vivir relaciones de forma intensa; y por otro, el esfuerzo y sacrificio que supone construir relaciones de pareja donde hay que ceder parte de esa individualidad, y donde la comunicación y la cercanía emocional  son elementos indispensables.

La gestión de la intimidad basada en las emociones, unida a la búsqueda del bienestar y placer inmediato, conduce a que las relaciones de pareja sean más satisfactorias, pero al mismo tiempo menos duraderas. El 95% de la población entre 18 y 29 años se declara soltera (INE, 2020), pero el 78% afirma haber tenido dos o más relaciones de pareja (ESGE, 2018). Los discursos muestran que se está produciendo un paso hacia un modelo más individualista de amor, o debilitamiento del modelo romántico tradicional, aunque aún sigue ejerciendo un papel relevante el ideal del amor romántico entre los jóvenes españoles. Es importante el cambio producido en la percepción de la sexualidad, que pasa a ser una de las etapas iniciales más importantes por la cual se comprueba la conexión emocional, pudiendo ser la incompatibilidad sexual un motivo de ruptura de la pareja. Las TIC destacan como un elemento protagonista en las relaciones de pareja jóvenes puesto que actúan en cada una de sus etapas, tanto en su formación, como en su dinámica comunicativa y en las rupturas. En cuanto al futuro de las parejas, en los grupos de discusión se llega a un consenso relativo en que las personas tendrán más parejas a lo largo de su vida, y al mismo tiempo habrá más población soltera, menos matrimonios y menos hijos.

Parejas en edades intermedias: el reto de la corresponsabilidad

En las parejas de edad intermedia, una de las cuestiones más importantes a las que se enfrentan en la gestión de su intimidad es a la conciliación de la vida laboral y de su vida personal. El estudio analiza cuantitativamente a aquellas parejas que conviven con hijos menores de catorce años, y recoge los discursos de estas parejas entre los 30 y 55 años gracias a los diversos grupos de discusión. Los resultados señalan que el peso del trabajo en el hogar y de los cuidados sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres, incluso en el caso de que ambos trabajen y lo hagan a tiempo completo. Ello demuestra que la distribución del trabajo no remunerado no responde únicamente a criterios de racionalidad económica, como supone el enfoque microeconómico, sino que está muy condicionada por la cultura de género. Esta situación lleva a que las mujeres estén menos satisfechas que los hombres del reparto de las tareas domésticas y del cuidado de los hijos, aspectos todos ellos que se correlacionan con la satisfacción con la relación de pareja.

En lo que se refiere a las tareas domésticas, la implicación de los hombres aumenta cuando ambos miembros de la pareja tienen un empleo remunerado, aún más si además conviven con menores de edad. Por ejemplo, en el grupo en que ambos cónyuges convivientes tienen hijos menores y experimentan una situación laboral similar, el hombre comparte en mayor medida las tareas que en el resto de situaciones (el 40,5% según ellos, el 33% según ellas) y las mujeres hacen menos (el 59% en su opinión, el 52% según los cónyuges). En estos hogares, además, es más frecuente acudir a personas externas para que realicen las tareas de forma remunerada. El reparto igualitario es más probable cuando los dos trabajan en el sector público, a tiempo completo y son empleados, mientras que recae en mayor medida en uno solo de los cónyuges cuando uno o ambos cónyuges trabajan por cuenta propia y cuando son empleados del sector privado. Las parejas con una mayor estabilidad laboral y mejores condiciones salariales (las que trabajan con contrato indefinido y a tiempo completo) tienden a acudir más a servicios externos remunerados (ya sea cuidadores o actividades extraescolares), mientras que aquellas con situaciones laborales más inestables acuden en mayor medida a los abuelos.

Las dificultades de diverso tipo que afrontan los progenitores para cuidar de los hijos y el hecho de que el esfuerzo recaiga especialmente en las mujeres dificulta tener hijos. Todo ello junto con una cultura familiarista en la que paradójicamente se le da cada vez menos valor social a los hijos (Ayuso, 2019). En el diagnóstico de las parejas que conviven con hijos menores de 14 años destacan tres medidas para favorecer la conciliación: la flexibilidad en los horarios laborales (primer incentivo entre los hombres con un 43,6% y segundo entre las mujeres con un 48%), el aumento del tiempo de los permisos de maternidad y paternidad (primer incentivo entre ellas con un 52% y segundo para ellos con un 42,9%) y la asignación por tener hijos menores a cargo (tercer incentivo para ambos sexos, con un 39,8% para ellos y un 35,8% para ellas).

Parejas mayores: la revolución que está por venir

El escenario de envejecimiento que espera a nuestro país en los próximos años, junto con la llegada a esta edad de las generaciones que protagonizaron el cambio social en nuestro país (nacidas a finales de la década de los cincuenta), hace especialmente interesante el análisis de los emparejamientos en la tercera edad. La fotografía actual señala que el patrón más común de estas generaciones es haber estado casadas alguna vez (y solo una vez) y continuar conviviendo en el momento actual. Lo novedoso es que aumentan las relaciones de pareja respecto al pasado. Los datos de la ESGE (2018) reflejan que 4 de cada 10 personas mayores de 50 años han tenido una sola pareja, una cuarta parte dos, un 16,5% tres, un 5,6% cuatro y un 2,3% cinco. Las personas de esta edad que no viven en pareja, se debe principalmente a razones de viudedad (ver gráfico). Haber vivido en pareja sin casarse y las parejas sin convivencia habitual (conocidas como Living Apart Together (LAT)) son situaciones aún poco frecuentes en nuestro país a estas edades, vinculándose a los grupos de edad más jóvenes, con mayor nivel de estudios y en núcleos grandes de población.

Los discursos de estas generaciones en relación a la vida en pareja subrayan la importancia del amor romántico, pero son conscientes de que este va evolucionando conforme pasa el tiempo. El enamoramiento sigue siendo el principal factor a la hora de iniciar una relación de pareja, aunque también le dan importancia a la personalidad y el sentirse bien, sobre todo entre las mujeres más jóvenes. Las rupturas de pareja en la población de mayor edad han ido aumentando en los últimos años, normalizándose este proceso por causas emocionales, pues su principal motivo es el desamor. El diálogo entre los miembros de la pareja aparece como un factor fundamental, tanto en el éxito de las relaciones, como para sobrellevar estos procesos de separación de una forma más apropiada. Entre las mujeres más jóvenes aflora un importante discurso alrededor de la autonomía y la libertad, sobre todo a la hora de salir y divertirse, y plantearse nuevas relaciones de pareja a estas edades. Sin duda, el cambio del perfil sociodemográfico de las nuevas generaciones de personas mayores, traerá consigo importantes transformaciones en los patrones de emparejamientos a estas edades.

Parejas convencionales: matrimonios y parejas de hecho

Desde la década de los años setenta, nuestro país experimenta una paulatina caída de la nupcialidad, la cual va ligada, por un lado, al retraso de la edad media a la que se contrae la primera nupcia y, por otro, a la pérdida de importancia que se le da al matrimonio. Este hecho supone la ruptura de la linealidad tradicional que servía para estructurar las sociedades modernas. La especial diferencia que surge entre las parejas cohabitantes respecto a las casadas consiste en una ruptura de valores tradicionales en cuanto a la importancia que tiene el matrimonio con respecto al pasado. Disminuyen gradualmente los matrimonios por la Iglesia en favor de los exclusivamente civiles. No es necesario casarse para formalizar una relación que depende de elementos privados establecidos por sus miembros, ni tan siquiera para tener hijos, teniéndose estos cada vez más fuera del matrimonio.

Las parejas homosexuales adquieren una mayor visibilidad y legitimidad social, pudiendo contraer matrimonio desde el año 2005. El cambio en su perfil sociodemográfico destaca porque ya no se trata solamente de parejas jóvenes, sino que este tipo se ha expandido a todos los rangos de edad; así como que han aumentado el número de parejas homosexuales con hijos, normalizándose muy rápido esta situación.

Las dinámicas de pareja de estas tres tipologías señalan (posiblemente vinculadas a factores sociodemográficos) que los matrimonios son los menos igualitarios, siéndolo más las uniones de hecho y sobre todo las parejas o matrimonios homosexuales. Un tema tradicionalmente poco estudiado, como la gestión del dinero en la pareja, señala la tendencia individualista a mantener parte de los ingresos separados, sobre todo si no se tienen hijos, independientemente del tipo de pareja. Por último, los discursos cualitativos desvelan las razones por las que se casan las nuevas generaciones, pues si antaño esto era necesario para formalizar públicamente la unión y tener el permiso de los padres para convivir, en la actualidad, el matrimonio mantiene sobre todo un carácter simbólico y privado de reconocimiento a la pareja, y de fortalecimiento de la red de ayuda y apoyo mutuo.

Parejas mixtas o cómo adaptar la vida en pareja en un mundo cada vez más plural

Nuestro país cuenta con una tasa de población extranjera que supone entre el 10% y 12% de la población total, existiendo incluso ya una segunda generación de inmigrantes nacidos en territorio español. Ello responde a un mundo cada vez más global y con mayor movilidad geográfica, que afecta también a la formación de parejas entre personas nativas y de fuera de España. El estudio analiza estas parejas mixtas en función de cuatro tipologías: los endógamos autóctonos (ambos españoles), los endógamos inmigrantes (ambos son de fuera de España), los mixtos con español/a (español/a con alguien de fuera), y los mixtos de inmigrantes (ambos son inmigrantes de diferentes países). Los resultados señalan a nivel general que las diferencias entre unas categorías y otras residen fundamentalmente en la etapa del ciclo de vida en la que se produce el emparejamiento y si esta relación sentimental es la primera o se ha pasado por anteriores experiencias de convivencia en pareja. La prevalencia de familias reconstituidas es superior entre los exógamos y el encuentro con el miembro de la pareja nacido en España se produce, en general, tras la inmigración.

Entre las tipologías analizadas se observan interesantes diferencias, por ejemplo, las parejas entre magrebíes se caracterizan por ser más frecuentemente convivientes y casados, además de por tener el mayor tamaño medio del hogar y ostentar la proporción más alta de los que tienen al menos un hijo en común. De la misma manera, son los magrebíes emparejados con un español o española los que, entre las uniones mixtas, también alcanzan los valores superiores en tales indicadores. En el extremo opuesto, son las parejas mixtas con latinoamericano o europeo del Este las que muestran menor inclinación al matrimonio, menor prevalencia de descendencia en común y, sobre todo en el caso de los centroamericanos/as y caribeños/as, menor tamaño del hogar y más representación de hogares sin hijos o con todos ellos fuera del mismo. Son asimismo las personas en estas parejas mixtas con autóctono/a las que en mayor medida han pasado por relaciones sentimentales de convivencia previas. Los valores más altos de diferencias por edad se hallan para los endógamos magrebíes y mixtos de español/a con inmigrante centroamericano/a, caribeño/a o magrebí. Se trata de una realidad en la que debe seguir profundizando pues estará más presente en los próximos años.

Las parejas sin hijos por elección y sus motivaciones

En la Unión Europea una de cada cuatro parejas no tiene hijos (25,1%), porcentaje que en nuestro país se sitúa en el 22,7% (Eurostat, 2021). Tradicionalmente, las parejas se casaban para tener descendencia e incluso el matrimonio no tenía toda la legitimidad hasta que esta llegaba. En la actualidad, esta norma social se flexibiliza, la pareja se convierte en el centro de la relación y el valor social de los hijos desciende. Este fenómeno da lugar a que existan parejas que renuncian a la procreación de forma consciente y planificada. Para su estudio, nuestro trabajo se centró en parejas sin hijos, donde ella tenía más de 40 años y afirmaban que no tenían pensado tener descendencia. Se trata de un fenómeno minoritario, difícil de medir cuantitativamente pero que pudimos realizar gracias a la macro encuesta de fecundidad (INE, 2018). El perfil de estas parejas se relaciona con uniones menos institucionalizadas y con menor convivencia, de estudios universitarios, mayor estabilidad laboral y autonomía económica. En cuanto a las razones que motivan la decisión de no tener hijos, se encuentran: el deterioro que puede sufrir la relación de pareja a raíz de la aparición del bebé, las dificultades en el ámbito laboral, la reducción de la libertad personal o la sobrecarga que podría producir la tenencia de hijos.

Las entrevistas en profundidad a estas parejas desvelan la interesante construcción social que hacen de la felicidad de la vida en pareja sin necesidad de descendencia, potenciando la intensidad de la relación entre sus miembros. Se busca más una felicidad de tipo personal y de pareja, y el asumir responsabilidades que no sean de por vida. En su discurso se subrayan también la importante presión social y familiar que les empuja a la maternidad o paternidad, propia de un país familiarista, pero prima la autonomía de la pareja en el respeto de su decisión. Este grupo de personas redefinen los roles clásicos de hombre y mujer en pareja que renuncian a ser padres y madres. Observan con cierta incertidumbre su futuro, donde familiares y amigos parecen ocupar un papel predominante en la tarea de cuidados y en su día a día.

Parejas sin convivencia: la dificultad de combinar amor e independencia

Las parejas sin convivencia representan muy bien las características que definen a las parejas del siglo XXI, con tendencias hacia el individualismo al mismo tiempo que el esfuerzo por mantener los aspectos comunitarios. Se profundiza en la libertad e intereses propios de sus miembros, pero sin perder la sociabilidad y el vínculo afectivo que da la relación de pareja. Su emergencia puede ser una respuesta a las demandas de esta nueva sociedad, pero también signos de las dificultades de poder llevar a cabo proyectos de emparejamiento en las sociedades avanzadas. En nuestro país, las parejas sin convivencia están presentes en todos los grupos de edad, aunque de forma muy poco significativa a partir de los 60 años. En España, a diferencia del centro y el norte de Europa, las parejas sin convivencia aún no se identifican específicamente con las personas más mayores, posiblemente por valores culturales más reacios al re-emparejamiento en estas generaciones y por el mantenimiento de una importante red de apoyo familiar que dificulta la búsqueda de nuevas parejas, pero esta es una cuestión que previsiblemente va a cambiar de forma significativa en los próximos años con el envejecimiento de las generaciones que protagonizaron el cambio familiar en nuestro país.

El estudio identifica cinco tipos de parejas sin convivencia en nuestro país en relación con las razones para esta no convivencia:

  • Las parejas sin convivencia que se encuentran en esta situación por “considerarse muy jóvenes para convivir” (25,4%)
  • Las parejas sin convivencia por “motivos económicos” (25,7%)
  • Las parejas sin convivencia que desean vivir esta situación “por mantener su independencia” (7%), son las que presentan unos rasgos más diferenciadores
  • La categoría de “no estar preparados para convivir” puede darse en todas las generaciones donde hay un nuevo emparejamiento (7,1%)
  • Por último, las parejas que no conviven debido a las “circunstancias laborales” (13%)

El hecho de tener una pareja y decidir no convivir con ella porque cada uno mantenga su espacio e independencia despierta actualmente un importante disenso. Las parejas LAT son percibidas en general como comportamientos no deseables, de ahí la aspiración generalizada a convivir en el futuro. No obstante, la presión social sobre este comportamiento depende mucho del momento del ciclo vital en el que las personas se encuentren; cuando se dan en la juventud la tolerancia es más alta pues forman parte del proceso de emparejamiento (con emancipación tardía) y experimentación (acumular conocimientos afectivo sexuales), pero a mayor edad, su valoración social depende de la existencia de barreras que puedan justificarlo, como el trabajar en diferentes ciudades, tener hijos pequeños, problemas de tipo legal, etc. Las mayores reticencias se encuentran en parejas que quieren la no convivencia por mantener su independencia. Estas representan a las auténticas parejas LAT, en nuestro país suponen el 7% de estas parejas, con una edad media de 42,3 años; uno de cada tres miembros es separado/a o divorciado/a (34,2%) y el 46,5% tienen estudios universitarios. Se trata de relaciones consolidadas, con más de seis años de duración y son las que más esperan continuar en esta situación dentro de tres años (40%). Este grupo son también las parejas que menos esperan casarse (77,5%), y un 43% han convivido con una pareja anteriormente.

Rupturas y re-emparejamiento: un fenómeno cada vez más habitual

El análisis de la ruptura de pareja en España tradicionalmente se había centrado en el estudio del divorcio y separación legal; sin embargo, este indicador legislativo es solo la punta del iceberg de las rupturas de pareja que se producen en nuestro país. Existen diversas formas de unión que dependen de acuerdos informales entre sus propios miembros, las cuales conviven con fórmulas tradicionales como el matrimonio; las rupturas que se producen fuera de divorcio/separación son cada vez más numerosas e importantes. En España se asiste en los últimos años a un proceso de “democratización del divorcio”, por el que las rupturas afectan cada vez más a todas las clases sociales por igual; y por otro lado, a una “socialización de las nuevas generaciones en las rupturas”, al ser algo más frecuente en el entorno y en su propia trayectoria de emparejamientos. Ello hace que se normalice poco a poco un proceso que anteriormente se vivía de forma traumática, y al mismo tiempo que se abra la posibilidad a nuevas uniones.

Las motivaciones para finalizar una relación de pareja son múltiples, aunque tienden a subrayarse más los factores expresivos de carácter privado, frente a las razones estructurales más objetivas y de tipo sociodemográfico. El desamor, la monotonía y la infidelidad son factores clave, relacionados con la importancia de los factores emocionales e individuales imperantes en la sociedad actual; frente a los motivos relacionados con las razones económicas, adicciones, el haberse casado muy jóvenes, o el incumplimiento de los roles conyugales, más propios del pasado. En una sociedad cada vez más emocional, el sentirse querido/a, acompañado/a, y satisfecho/a es fundamental en el proceso de equilibrio diario de la negociación de la vida en pareja. Los procesos de ruptura ponen a prueba la gestión emocional. En la mayor parte de las ocasiones es la mujer la que pone en marcha la ruptura, lo cual señala su mayor autonomía, y también puede estar relacionado con el mayor porcentaje de mujeres que consideran que la percepción que tienen los demás sobre su persona mejora tras la ruptura. La consecuencia de esta ruptura es la posibilidad de formar nuevos emparejamientos. En los jóvenes este proceso está muy presente, vinculado a la importancia de acumular experiencias afectivo-sexuales y al mayor coste de oportunidad que supone en la actualidad la búsqueda de pareja. En las edades intermedias, y en las mayores, dependen de múltiples factores relacionados con elementos culturales, estructurales y personales, pero en cualquier caso y en relación con el pasado, hay una mayor predisposición y una mayor aceptación social que antaño. Elementos como las TIC, la transformación de los roles de género o el incremento de la esperanza de vida y el sentimiento de soledad, harán que los procesos de re-emparejamiento tengan aún más presencia en el futuro.

La estructuración de la vida en pareja a través de las redes sociales cara a cara

Uno de los aspectos originales del estudio es que profundiza en la forma en la que se están transformando las redes sociales que estructuran las relaciones de pareja. Para ello se pidió a las personas entrevistadas que citaran hasta un máximo de cinco personas con las que hubieran hablado de temas importantes en los últimos seis meses; alrededor de las cuales se articulaba su apoyo social (tanto social como instrumental). Se seleccionaron parejas de entre 30 y 45 años de cada tipo concreto: pareja homosexual, pareja cohabitante, pareja sin hijos por decisión propia, pareja reconstituida, pareja LAT y pareja casada. El análisis de redes sociales señala que, en general, la densidad de las redes de las parejas es bastante elevada, y en aquellos casos en los que se menciona a la pareja, esta conoce a todos los miembros que componen la red. Es común que se incluya a la pareja en la red íntima a la que se suele acudir para hablar temas importantes, pero se ha visto que en algunas de las parejas analizadas no es así, dándose casos en los que solo uno de los miembros de la pareja menciona al otro, pero no recíprocamente. Cuando se menciona a la pareja suele tener mayor centralidad o igual que otros miembros, pero nunca menos que el resto.

Los principales tipos de apoyo en los que intervienen la pareja son la socialización, la enfermedad, emocional, económico, cuestiones relativas al cuidado de los hijos y temas relacionados con la pareja. En la mayoría de los casos la pareja suele presentar una multiplicidad elevada (es decir, se trata de relaciones que desempeñan más de una función o incluyen más de un tipo de actividad), aunque no necesariamente corresponde con la mayor multiplicidad respecto al resto de actores. El hecho de que tras años de relación se incrementa el número de amigos comunes señala cómo la formación de pareja sí parece aportar capital marital, a pesar de la posible reducción del tamaño de las redes que se deriva del paso por determinadas etapas del ciclo de vida. El nuevo modelo de pareja en la sociedad digital concentra las relaciones familiares, pero se expande con muchos vínculos débiles (emocionalmente muy relevantes) en las redes de amistad. Cuando se plantea la hipotética ruptura de la pareja, la mayoría coincide en que se apoyaría en su familia y amigos. Todas las parejas analizadas se sienten satisfechas con su relación, y no desean que se produzcan importantes cambios en el futuro. Valoran de su relación la confianza y el compartir por encima de otros aspectos. A su vez, resaltan la necesidad de un espacio individual además del pasar tiempo conjunto para el buen funcionamiento de la relación de pareja.

Relaciones en pareja mediadas por las nuevas tecnologías: la familia digital

Las relaciones familiares en la actualidad se caracterizan por la interrelación de las redes personales cara a cara y las digitales. Ambos contactos están cada vez más presentes, se complementan, pero también dan lugar a la proliferación de múltiples nuevos escenarios. Una de las características que muestra el impacto de estas tecnologías en las relaciones familiares es que los nuevos vínculos que aparecen se consideran tan reales como si fuesen cara a cara, pero con la característica de que son interconexiones mediadas por la tecnología. Aparecen nuevas estructuras sociales digitales tan presentes en términos emocionales como las existentes cara a cara, recordando toda la actualidad del clásico teorema de Thomas de que si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias.

El estudio ha comprobado que el papel que están jugando las TIC en los contextos familiares es muy relevante y está transformado de forma casi silenciosa muchas de las dinámicas y rituales familiares clásicos de la vida familiar. Los resultados señalan cómo estas tecnologías son muy útiles a efectos de coordinación de las actividades domésticas, facilitan la cercanía con respecto al que está lejos, y son fundamentales para sobrellevar la mayor movilidad geográfica disminuyendo el impacto de esta sobre la vida familiar. Al mismo tiempo, son muy valiosas a efectos de ocupar el tiempo de ocio tanto en familia como de manera individual, facilitan la toma de decisiones en pareja, ayudan a conocer gente nueva, sirven para encontrar pareja, y son un paso previo que puede ayudar a la formación de una pareja sobre todo en determinados grupos sociales con mayores dificultades para acceder al mercado de emparejamientos.

Las conclusiones también muestran que, si bien se tiene la opinión de que las TIC hacen que se pierda el tiempo, cuando se desciende al discurso de algunas parejas se aprecia la idea de que no es tanto un tiempo perdido como un tiempo compartido en pareja, aunque cada uno lo haga con su propia pantalla. Del mismo modo, la percepción en torno a que provocan la reducción de la comunicación tanto en familia como en pareja es amplia y generalizada, pero cuando se pregunta en qué medida provocan la reducción de la interacción cara a cara con la propia pareja, poco más del 5% de los españoles con pareja así lo reconoce. En definitiva, nos encontramos inmersos en un gran cambio. Se están socializando nuevos usos y costumbres familiares a través de las TIC, los cuales suponen nuevas oportunidades y también nuevos riesgos. Lo que parece claro es que se trata de una revolución sin marcha atrás y que afectará a todos los ámbitos de la vida familiar y de pareja, empujándonos a adaptarnos a un nuevo contexto ante el que no hay que tener miedo.