El Barroco fue un periodo histórico y cultural complejo que inicialmente tuvo una connotación negativa asociada con lo irregular, excesivo e irracional, especialmente durante la Ilustración. Sin embargo, desde finales del siglo XIX, comenzó a ser reivindicado como una categoría estética opuesta al clasicismo, y en el ámbito socioeconómico, estudios recientes sugieren que hubo procesos de transformación y especialización que sentaron las bases para el crecimiento posterior.
Del mismo modo, los procesos políticos ilustrados se analizan en la actualidad como evoluciones del absolutismo monárquico. Esa es la razón de que en los estudios contemporáneos se insista en la necesidad de analizar el Barroco y la Ilustración desde una perspectiva contextual y evolutiva alejada de prejuicios, en la que el periodo que abarca el último cuarto del siglo XVII y el primer cuarto del siglo XVIII resulta crucial para entender cuántas innovaciones de naturaleza social, científica o cultural atribuidas tradicionalmente al periodo ilustrado se forjaron en esos años. La obra y los testimonios vitales de figuras como Juan de Cabriada, Nicolás Antonio o el marqués de Mondéjar —además de otros intelectuales que promovieron ideas modernas en diversas disciplinas como la historiografía, la jurisprudencia, la economía política o las ciencias naturales— así lo demuestran.
