30. Signos y síntomas del infarto de miocardio y de la angina

Luis Azcona

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Resumen

El infarto de miocardio y la angina de pecho son entidades que comparten un trasfondo común: la aterosclerosis de las arterias coronarias, una enfermedad inflamatoria de las arterias que consiste en el depósito de placas de ateroma, compuestas fundamentalmente por calcio y colesterol, en su interior. Su aparición suele corresponder con el enfermar del endotelio (capa más interna de la arteria), y conlleva tanto una pérdida en su elasticidad como una disminución en su capacidad para dilatarse o contraerse ante situaciones que así lo requieran.

Las arterias coronarias se encargan de aportar sangre al corazón. Su afectación por la aterosclerosis se denomina enfermedad coronaria o cardiopatía isquémica. Sus manifestaciones clínicas son el infarto de miocardio y la angina de pecho.

La angina de pecho es un síntoma con unas características determinadas. Es común a cualquiera de las formas de presentarse la enfermedad coronaria.

La enfermedad coronaria puede manifestarse como angina estable, angina inestable o infarto de miocardio. Cuando la angina de pecho no va asociada al infarto de miocardio, no se produce muerte del músculo cardíaco (miocardio). En el infarto de miocardio, una zona del músculo cardíaco queda sin aporte de riego durante un tiempo suficiente para que se produzca su muerte.

La angina estable presenta un patrón de aparición relativamente definido ante determinadas situaciones, como un nivel de esfuerzo concreto, las emociones o el frío. Toda aquella angina que se presente durante el reposo es, por definición, una angina inestable. También se habla de angina inestable cuando la estable va aumentando en frecuencia, duración o intensidad, hasta llegar incluso a presentarse en reposo, así como en la angina de nueva aparición.

La angina se presenta con mayor frecuencia bajo unos síntomas denominados tópicos. El síntoma guía predominante es el dolor opresivo en la región precordial o en el centro del tórax. Su Presentación atípica es menos frecuente y el contexto del paciente (edad, sexo y factores de riesgo) debe tenerse presente en la orientación diagnóstica.

En el infarto de miocardio, los síntomas suelen tener una intensidad mayor, y generalmente el paciente los percibe de forma más amenazante, aunque la diferencia puede ser subjetiva. El dolor no cede con el reposo, sino que va en aumento rápidamente, y tampoco se alivia, o sólo discretamente, con la nitroglicerina sublingual. La sintomatología vegetativa (náuseas, vómitos, sudoración) es un dato que, de presentarse, orienta más hacia el diagnóstico de infarto que al de angina. también puede enmascararse, al menos parcialmente, bajo una Presentación clínica menos característica que conviene tener presente, especialmente en mujeres y en pacientes diabéticos. Haber padecido un episodio coronario agudo previamente orienta en el diagnóstico y, por consiguiente, en el inicio del tratamiento.

Sólo un porcentaje pequeño de las personas que acuden a servicios de urgencias por una serie de síntomas, entre los que se encuentra el dolor torácico, será diagnosticado finalmente de cardiopatía isquémica. Pero, ante la duda, es motivo justificado de consulta.

Es extraordinariamente importante consultar en el menor tiempo posible ante la sospecha de estar padeciendo unos síntomas compatibles con enfermedad coronaria que se presenten durante el reposo, especialmente si se acompañan de cortejo vegetativo. El hecho de que el 40% de los casos de infarto fallezca durante las dos primeras horas desde el inicio de los síntomas, pese a existir una leve tendencia descendente de estas cifras en los últimos años, continúa siendo demoledor.

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