NOTICIA

Carmen Iglesias y José Luis Pardo dialogan sobre utopías, distopías y la idea de progreso en el ciclo “Historia de las ideas (II)”

PABLO JÁUREGUI

La directora de la Real Academia de la Historia, Carmen Iglesias, y el catedrático de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, José Luis Pardo, conversaron este miércoles 9 de mayo sobre “Utopías, distopías e idea de progreso”, en la quinta y última sesión que cerró la segunda edición el ciclo “Historia de las ideas”, dirigido por la profesora Iglesias. El diálogo completo está disponible en el vídeo que encabeza esta noticia.

8 mayo, 2018

Ciclo de conferencias

“Historia de las Ideas (II): Siglo XVIII. La Ilustración. Mitos y realidades”

Perfil

José Luis Pardo

Historia de las ideas

Resumen del diálogo 'Utopías, distopías e idea de progreso'

Los ‘Homo sapiens’ somos las únicas criaturas de la Tierra que podemos imaginarnos una futura sociedad utópica (o distópica), es decir, un mundo paradisíaco o infernal. “La utopía”, explicó Carmen Iglesias al abrir el diálogo, “forma parte del pensamiento humano por naturaleza. Tal y como ha confirmado la neurociencia de hoy, vemos el mundo a través de representaciones mentales, y somos los únicos seres vivos que podemos decir ‘no’ a la realidad y buscar alternativas más perfectas”.

El profesor Pardo coincidió en esta visión antropológica del ser humano como animal utópico, que siempre ha intentado buscar caminos alternativos para mejorar sus circunstancias ante la adversidad: “La imaginación es la facultad mediante la que los humanos somos capaces de negar hipotéticamente lo real e inventar o descubrir posibilidades inéditas, y por tanto está íntimamente relacionada con nuestra apertura al futuro, a un futuro que no sea la mera continuación del presente sino que pueda significar un cambio cualitativo”.

Pero esta insólita “facultad de imaginación social” de nuestra especie tuvo una eclosión en el Siglo de las Luces, y el diálogo entre el filósofo y la historiadora se centró en las utopías y distopías de este periodo, y su impacto hasta nuestros días. Si bien, como destacó la profesora Iglesias, la utopía como genero literario y político tuvo una fecha de inicio con la publicación de la emblemática obra de Tomás Moro en 1516, el siglo XVIII supuso un antes y un después en este terreno.

Ambos destacaron el hecho de que que existe una afinidad latente entre el espíritu de la Ilustración y las utopías, ya que los pensadores ilustrados creían ante todo en el progreso material y cultural de la sociedad. Los llamados “viajes imaginarios” eran un vehículo frecuente para describir órdenes sociales más justos e igualitarios, pero, tal y como destacó la profesora Iglesias, algunos como Jonathan Swift en sus Viajes de Gulliver ya apuntaban a la dificultad o imposibilidad de supuestos mundos perfectos.

De hecho, el profesor Pardo señaló que la “imaginación social” puede ponerse “al servicio tanto de la crítica del orden existente (señalando sus disfunciones) como de su legitimación (alertando sobre las consecuencias no deseadas de su reforma)”.

Un “abismo” con respecto al pasado

Sin embargo, según resaltó el filósofo, las utopías (y distopías) del siglo XVIII tuvieron “una peculiaridad singular”, comparadas con obras clásicas como la República de Platón: “Se producen en un contexto histórico en el cual, tras las revoluciones políticas y la industrial, existe ya una conciencia clara de que los cambios que comenzaron a producirse en Europa al comienzo de la Edad Moderna han supuesto una transformación histórica radical e irreversible con respecto a lo que llamamos ‘sociedades tradicionales’ o, genéricamente, la Antigüedad”.

En tiempos de la Ilustración, explicó el profesor Pardo, “se tiene la certeza de que ha habido un corte histórico y de que el salto que se ha dado ha generado un abismo con respecto al pasado que ya no podemos volver a cruzar en sentido contrario. Es decir, existe la convicción de que es posible en la historia un cambio estructural y profundo, una genuina revolución”.

Por ello, para el filósofo, en el contexto del Siglo de las Luces, “imaginar una nueva sociedad futura deja de ser un mero ejercicio poético con intenciones morales (o moralizantes), puesto que los nuevos instrumentos políticos, culturales, económicos, científicos y tecnológicos permiten que las fantasías se realicen históricamente y, por tanto, las utopías aparecen como posibilidades reales y las distopías como peligros reales, y no simplemente como metáforas”.

El diálogo entre Pardo e Iglesias se centró en estas tendencias utópicas y contrautópicas de la Ilustración, que se prolongaron a lo largo de los siglos XIX y XX, y hoy todavía siguen vivas. Porque, tal y como señaló el filósofo, “una de las características fundamentales de las sociedades modernas frente a las tradicionales es precisamente su fragilidad y su contingencia”. Por ello, “las utopías tienen a menudo la intención de poner fin a esa inestabilidad señalando una estación final de llegada de la historia que eliminará todo riesgo de inconsistencia. Y las distopías nos advierten de la posibilidad real de que esa última estación sea una tragedia”.

Las utopías modernas, concluyó Iglesias, suponen una “secularización” de los antiguos mitos religiosos sobre el paraíso: “La Ilustración quebró la esfera de lo sagrado, pero surgieron nuevos mitos sobre la posibilidad de crear sociedades perfectas que perviven hasta nuestros días”. La creencia actual en el “transhumanismo”, esa idea de que el ser humano puede alcanzar una “omnipotencia” que le permita hacer “todo lo que quiera” e incluso ser “inmortal” a través de la tecnología, sería, según Iglesias, una versión contemporánea de estos mitos. Pero la historia, en su opinión, nos ha enseñado que semejantes ideas son “peligrosas”, ya que pueden convertirse fácilmente en las semillas del fanatismo y el totalitarismo. El profesor Pardo coincidió plenamente con esta visión distópica de las nuevas utopías en el siglo XXI, ya que en nombre de una supuesta “sociedad perfecta” suele surgir “la tentación de suprimir la libertad”.