Los mayores de 55 años registran por primera vez una tasa de paro superior a la de los trabajadores de 25 a 54 años y sufren más precariedad si su vida laboral experimenta interrupciones
Las personas mayores de 55 años han registrado históricamente menores niveles de desempleo que el resto de trabajadores. Sin embargo, esa diferencia favorable se ha invertido desde 2023 y la tasa de paro de los mayores se sitúa en el 9,8% en 2025, 0,4 puntos más que la cohorte de 25 a 54 años. El empeoramiento relativo en el empleo experimentado por los mayores a lo largo de las últimas décadas esconde grandes diferencias entre quienes han conseguido mantenerse en activo a lo largo de toda su trayectoria laboral y quienes han tenido que buscar empleo más allá de los 55 años porque han perdido el suyo, acceden por primera vez o retornan al mercado laboral después de un periodo de inactividad. La precariedad laboral que sufren estos últimos es mayor que la de los primeros y sus posibilidades de volver a emplearse y las condiciones de los puestos a los que logran acceder son también peores que las de cohortes más jóvenes. En un contexto de envejecimiento demográfico, aumento del gasto en pensiones y demanda creciente de capital humano, la atención a las mejoras en el empleo y a la formación de los mayores ha de ser un objetivo fundamental.
29 diciembre, 2025
España está experimentando un intenso proceso de envejecimiento demográfico que afecta también a su población activa y tiene implicaciones preocupantes para la sostenibilidad del sistema de pensiones y, en general, del estado del bienestar. En respuesta a esa situación se están promoviendo e implantando medidas que buscan retrasar la edad efectiva de jubilación y prolongar la actividad de los trabajadores. En ese sentido, un elemento positivo es que los mayores ocupados disfrutan, en promedio, de empleos de más calidad que el resto de la población, algo que facilitaría ese objetivo.
Sin embargo, ese patrón solo se observa entre los mayores que han desarrollado su carrera profesional sin interrupciones. Por el contrario, las personas mayores que acceden por primera vez al mercado de trabajo, y las que retornan tras un periodo de inactividad o pierden su empleo y han de buscar otro nuevo, se enfrentan a notables dificultades. Su inserción laboral resulta complicada, con periodos más largos de paro, menos oportunidades laborales y empleos de menos calidad. El atractivo de los mayores para las empresas parece ser menor y para ellos también es menos atractiva la perspectiva de prolongar su vida activa si para ello han de encontrar un nuevo empleo.
Las tasas de paro de las personas con 55 o más años han sido tradicionalmente más bajas que las del resto de los trabajadores. Esa diferencia favorable llegó en 1994 a los 9,2 puntos porcentuales respecto a las tasas de paro de las personas de 25 a 54 años. Sin embargo, esa brecha se fue estrechando hasta desaparecer por completo en 2023, cuando el diferencial pasó a ser desfavorable para los mayores. El cambio de signo se mantiene en la actualidad, con una tasa de paro en 2025 del 9,8%, 0,4 puntos más que la cohorte de 25 a 54 años (9,4%). Al margen de las oscilaciones cíclicas que han afectado al conjunto del mercado de trabajo español y de la reciente reducción del desempleo, el empeoramiento relativo experimentado por los mayores a lo largo de las últimas décadas ha sido, por tanto, muy sustancial.
Al comportamiento de la probabilidad de empleo y las tasas de paro hay que añadir las mayores dificultades a las que se enfrentan los parados de 55 o más años para salir de esa situación. En su caso, la duración del desempleo tiende a alargarse más. En la actualidad el 57,9% de los mayores desempleados son parados de larga duración, al llevar más de un año buscando empleo sin encontrarlo. Es un porcentaje mucho más alto que el de los parados de 25 a 54 años (36,1%) o incluso que el de los de 16 a 24 años (entre los que un 17,8% de los parados son de larga duración). La menor probabilidad de empleo va acompañada de una peor calidad promedio de los nuevos trabajos conseguidos. En este aspecto, la situación de los mayores que buscan empleo es muy distinta que la de los mayores que han mantenido sus carreras laborales y profesionales sin sobresaltos ni interrupciones. La comparación entre los mayores con menos de un año de antigüedad en el empleo y aquellos con entre 25 y 30 años de antigüedad en aspectos como el tipo de contrato, la ocupación o el deseo de cambiar las condiciones del empleo o el propio empleo es muy ilustrativa.
En el caso de los que acaban de encontrar un empleo, un 52,6% tiene un empleo temporal, con un 10% de empleo precario (asalariados con contratos temporales de hasta 3 meses) y otro 4,5% son fijos discontinuos. Por el contrario, entre los asalariados mayores con más de 25 años de antigüedad, la tasa de temporalidad es solo del 2%, apenas hay empleo precario y el porcentaje de fijos discontinuos se reduce a la mitad (un 2,4%). La situación de los mayores que han de volver a empezar es también peor que la de otras personas más jóvenes en circunstancias análogas. Así, en el caso de los asalariados de 25 a 54 años con menos de un año de antigüedad, los temporales suponen el 44,2% (con un 9,2% de empleo precario).
Los nuevos empleos que resultan accesibles para los mayores son, por tanto, menos estables, pero además se caracterizan por concentrarse en ocupaciones de menor calidad y que requieren menos cualificación. Entre los trabajadores mayores con más de 25 años de antigüedad, las ocupaciones altamente cualificadas (directores y gerentes, profesionales científicos e intelectuales y técnicos y profesionales de apoyo) representan el 45,6% del total y las ocupaciones elementales apenas el 7%. En cambio, en el caso de los mayores con nuevos empleos esos porcentajes varían drásticamente: solo un 15,6% tiene puestos de alta cualificación, mientras que un 29,4% se emplea en ocupaciones elementales. La situación es asimismo peor que la de trabajadores con menos edad que acaban de acceder a un empleo. Entre los de 25 a 54 años las ocupaciones de más calidad representan el 29,1% del total y las elementales el 20%, mientras que para los jóvenes de 16 a 24 años los porcentajes son del 27 % y el 15,5%, respectivamente.
Además de esas características objetivas del empleo, otros indicadores más subjetivos, relacionados con el deseo del trabajador de cambiar las condiciones del empleo, apuntan en la misma dirección. Un 21,5% de los mayores recién empleados desea cambiar su horario, mientras que en el caso de los mayores con más de 25 años de antigüedad solo el 9,7% expresa ese deseo. En ese mismo sentido, prácticamente uno de cada seis mayores que han encontrado empleo hace menos de un año (un 16,4%) continúa buscando otro empleo. Por el contrario, ese porcentaje es solo del 0,8% para los mayores que cuentan con 25 años de antigüedad en el empleo.
Todos esos resultados muestran las notables dificultades de los mayores para volver a insertarse en el mercado de trabajo, algo que se ve confirmado por una variable tan relevante como el salario. Los datos de la Encuesta de Estructura Salarial cuatrienal más reciente, referidos a 2022, indican que la ganancia media anual de los mayores es más elevada que la del resto de asalariados (30.038 euros frente a 26.855 en el caso de los de 25 a 54 años). Sin embargo, para los mayores con menos de un año de antigüedad en el puesto de trabajo el salario es mucho más reducido (19.558 euros), algo más bajo que el de los asalariados de 25 a 54 años en similar situación (19.837 euros) y a gran distancia del salario medio de los mayores que no han visto interrumpida su carrera profesional (40.520 euros, con 30 años de antigüedad).
La menor empleabilidad de los mayores es especialmente preocupante en un contexto de envejecimiento poblacional como el que experimenta España y dificulta los esfuerzos por retrasar la edad de jubilación y prolongar la vida activa de las personas, una de las vías para reducir la presión que sufre el sistema de pensiones y garantizar su sostenibilidad.
En este sentido, la formación aparece como una palanca que incrementa notablemente la empleabilidad de los mayores y favorece una mejor nueva inserción laboral en aspectos relevantes, aunque no asegura por completo conseguir un empleo o su calidad. Así, por ejemplo, entre los mayores de 55 años con estudios superiores la tasa de paro cae a poco más de la mitad (5,4%). Además, la estabilidad de sus nuevos empleos se incrementa sustancialmente (6 puntos menos de temporalidad y 4,2 puntos menos de empleo precario) y mejoran las ocupaciones: los empleos de alta cualificación ascienden al 49,1% mientras que las ocupaciones elementales solo representan el 9%. El salario de los nuevos empleados mayores alcanza los 34.000 euros si cuentan con un grado universitario.
A la vista de estos datos, con el objetivo de mejorar la situación actual en el mercado de trabajo de los mayores, hay que destacar la importancia de la formación continua a lo largo de toda la vida laboral de los trabajadores, así como la necesidad de prestar más atención a las carencias formativas y a la actualización de competencias de los mayores. En ese sentido, debe recordarse que una parte de esas cohortes no tuvieron en su juventud las mismas oportunidades educativas que las generaciones posteriores y, por ello, tienen más dificultades para reciclarse si no reciben los apoyos necesarios.
En un escenario en el que los candidatos jóvenes serán cada vez más escasos, las jubilaciones más frecuentes y las dificultades para cubrir vacantes más intensas, es fundamental superar los estereotipos basados en la edad y lograr que las propias empresas inviertan más en formación de los trabajadores sénior. En última instancia, la inversión más valiosa continúa siendo la que se hace en las personas, incluidas las mayores.
Lorenzo Serrano es investigador del Ivie y catedrático de la Universitat de València