ENTREVISTA CON CARMEN IGLESIAS

Los ilustrados lucharían hoy con todas sus fuerzas contra la ‘posverdad’

PABLO JÁUREGUI

La directora de la Real Academia de la Historia repasa en esta entrevista la visión del Siglo de las Luces que se ha proyectado bajo su coordinación en la segunda edición del Ciclo de Historia de las Ideas: Siglo VIII. La Ilustración. Mitos y realidades, celebrado entre los meses de febrero y mayo. Nuestro diálogo completo con la historiadora puede verse en el vídeo sobre estas líneas.

23 mayo, 2018

Ciclo de conferencias

“Historia de las Ideas (II): Siglo XVIII. La Ilustración. Mitos y realidades”

Perfil

Carmen Iglesias

La segunda edición del ciclo “Historia de las Ideas”, organizado por la Real Academia de la Historia y la Fundación BBVA, ha explorado los “mitos y realidades de la Ilustración” a través de cuatro conferencias pronunciadas por la propia profesora Iglesias, que presentó una visión panorámica de la Ilustración en la génesis del mundo moderno”; el catedrático de Filosofía Antonio Valdecantos, que reivindicó “la herencia irónica del Siglo de las Luces”; la profesora de Ciencia Política Isabel Wences, que examinó la importancia de las “pasiones” en los pensadores ilustrados de la escuela escocesa; y el catedrático de Estética Félix de Azúa, que analizó el “oscurecimiento progresivo de las Luces” a finales del siglo XVIII en los albores del Romanticismo. Finalmente, este viaje a la Ilustración se cerró con un diálogo sobre utopías y distopías entre el filósofo José Luis Pardo y la profesora Iglesias.

En esta entrevista, la directora de la Real Academia de la Historia repasa las ideas centrales que han emergido a lo largo del ciclo, y celebra el hecho de que haya servido para desmontar algunos tópicos y lecturas simplistas de la Ilustración. Para la profesora Iglesias, en los pensadores ilustrados están las raíces intelectuales de nuestro mundo secularizado, ya que fueron ellos los que consolidaron la creencia en que nuestro destino solo depende de nosotros mismos y de las instituciones que creamos. Sin necesidad de mitificar las “Luces” o la “Razón” con mayúsculas, la historiadora está convencida de que la Ilustración nos sigue sirviendo de brújula para orientarnos ante los desafíos del siglo XXI, y puede actuar como un antídoto eficaz frente a la “posverdad” y otras amenazas inquietantes de nuestro tiempo.

La historia, y en general las Humanidades, son desde su punto de vista una herramienta fundamental para valorar los avances conquistados por los seres humanos a lo largo de muchos siglos y a la vez tomar conciencia de su fragilidad. Además, y quizás esto sea lo más importante, también nos pueden servir para desacreditar falsos mitos sobre un “Progreso” lineal o irreversible, y también los delirios utópicos que prometen una futura sociedad “perfecta”, pero suelen conducir al desastre.

Pregunta.- ¿Qué mitos y qué realidades sobre la Ilustración han salido a la luz en esta segunda edición del ciclo “Historia de las Ideas”?

Respuesta.- La realidad es que somos herederos casi directos de la Ilustración. La Ilustración quiebra de una manera casi irreversible la unión entre el orden sagrado y el orden profano. Es la secularización que se había iniciado de alguna manera desde el Renacimiento, pero que la Ilustración consolida. Es la primera vez en la que se afirma que el destino del ser humano depende del propio ser humano, lo cual también tiene sus costes, y ahí entramos en el terreno de lo mítico. De alguna manera, se sustituyen unos mitos por otros. Lo que pasa es que algunos son más liberadores que otros, pero el cerebro humano, tal y como nos enseñan las ciencias cognitivas, sigue necesitando ese proceso de imaginación y de pensamiento imaginario que puede ser susceptible, por un lado, de grandes avances. Como decía Popper, tenemos la capacidad para decir “no” a la realidad, esa capacidad maravillosa del ser humano a través del lenguaje y de una socialización especial. Pero al mismo tiempo esa misma capacidad puede crear, en esos mundos imaginarios, proyectos que acaban en destrucción total. Ese mito del ser humano dueño de sí mismo es algo que todavía se mantiene: la creencia de que cualquiera puede llegar a cualquier sitio. Pero las ciencias del cerebro nos enseñan que las cosas son más complejas.

P.- ¿Podríamos decir que la Ilustración es hoy un mito para algunos intelectuales? ¿Se puede llegar a mitificar la razón de una manera que pueda llegar a ser peligrosa?

R.- Es una versión muy simplista de la Ilustración el identificarla exclusivamente con la razón, porque desde luego los ilustrados del siglo XVIII, como Hume, Montesquieu y Diderot, le daban un gran valor a los sentimientos y las emociones. Para ellos, las pasiones son fundamentales, son el motor de la acción. De lo que se trata es que esas pasiones no sean destructivas. Quizás la fuerza del “atrévete a saber” kantiano, que se convirtió en la divisa de la Ilustración, es lo que de alguna manera se convierte a veces en mito. Pero sigo pensando que la realidad de lo que fue la Ilustración europea –el “convoy semántico de las luces” que decía un viejo profesor, la idea de felicidad en esta Tierra, la igualdad de los derechos de todos los seres humanos– recorre todos los países europeos con distinto énfasis y en distintos momentos, pero realmente secularizó la cultura occidental.

P.- ¿Podría explicar en qué sentido las conferencias de la segunda edición del ciclo ha servido para desmontar algunos tópicos sobre la Ilustración?

R.- Ha sido el Romanticismo lo que ha identificado Ilustración con razón y racionalismo. Nunca hubo un racionalismo con mayúsculas en los ilustrados. Lo que sí creían era que la razón con minúscula era el único, o el principal, instrumento que tenemos para luchar contra ideas y creencias que maniataban la libertad del ser humano. En este sentido, el ciclo ha sido importantísimo, a través del análisis de la ironía de Diderot en la conferencia de Antonio Valdecantos, toda la Ilustración escocesa que vimos después perfectamente presentada por Isabel Wences, y la separación que marcó Félix de Azúa en la segunda mitad del XVIII, a partir de la cual comienza una nueva historia, la deriva hacia los sentimientos como algo fundamental que retomará el Romanticismo de una manera extrema.

P.- ¿Qué lecciones se pueden extraer de los pensadores ilustrados para aplicarlas en la sociedad actual?

R.- El afán de conocimiento y el principio de realidad, el saber que la realidad es ambigua, es dificultosa, y el no dejarse llevar por fanatismos, por ideas preconcebidas. La Ilustración lucha contra todo tipo de dogmas que de alguna manera maniatan y contribuyen a perder la libertad y el buen juicio. Al mismo tiempo, la Ilustración pone el foco en la importancia de las instituciones que necesita todo país y toda comunidad para sobrevivir, enfatizando que los progresos civilizatorios de los seres humanos se mantienen por las instituciones.

P.- Hoy la palabra “posverdad” está de moda. ¿Qué podemos aprender de la Ilustración para afrontar este problema?

R.-La “posverdad” hubiera escandalizado mucho a los ilustrados. Simplemente es una mentira, y creo que en este caso es un producto del siglo XX, de unas experiencias totalitarias, de esa propaganda y publicidad que logra que una cosa que se repite una y otra vez, aunque sea mentira, desgraciadamente acaba calando en el cerebro del ser humano. Los ilustrados habrían luchado con todas sus fuerzas contra esa negatividad frente a la idea de que las cosas se pueden conocer objetivamente. En eso estoy con Isaiah Berlin, las verdades absolutas, salvo para los religiosos que crean en otra vida, no pueden existir, pero sí pueden existir lo que podemos llamar con minúscula verdades objetivas, es decir, una construcción social muy compleja que hacemos los seres humanos a través de las instituciones para poder convivir, y lograr que las pasiones destructivas del ser humano no acaben con nosotros. En ese sentido, el modelo ilustrado, la posibilidad de conocer y de no perder el sentido de la realidad, me parece fundamental, sabiendo que ese principio de la realidad se asienta sobre unas bases muy pantanosas. Pero hay que diferenciarlo de las verdades subjetivas. Lo que impone la “posverdad” es lo que cada uno cree. Bueno, en realidad ni quiera se lo creen, saben que no es verdad, pero quieren imponer su voluntad y su visión personal. Eso es muy peligroso porque destruye la convivencia y la sociedad.

P.- ¿Qué nos pueden enseñar los pensadores ilustrados para afrontar los populismos y nacionalismos del mundo actual?

R.-Para los ilustrados, como Montesquieu, hay una gradación de los intereses del ser humano, que puede empezar por la familia y ampliarse a una sociedad o incluso una nación en el sentido moderno del término, de una ley común para todos que nos ampara para no hacer nada que pueda dañar a los demás, pero por encima de todo está el cosmopolitismo. La Ilustración en esto es claramente cosmopolita. Lo que sí es nacionalista es el Romanticismo, que veremos en la próxima edición del ciclo. Los románticos son quienes convierten el sentimiento de pertenencia del ser humano en una ideología que elimina a los otros.

P.- ¿Cree que la idea del progreso que defendían los pensadores ilustrados se sostiene en nuestro mundo actual, con todos los problemas que nos rodean, y algunas evidentes derivas hacia la irracionalidad?

R.- Depende de cómo lo analicemos. Que hay progreso civilizatorio es evidente, pero el progreso nunca es lineal. Lo que se convierte en un mito es pensar que el progreso lo ha alcanzado el ser humano y es irreversible. La historia demuestra que nada es irreversible, que podemos retroceder a momentos terriblemente destructivos, como hemos visto en el siglo XX y muy recientemente de forma focalizada en determinados lugares del mundo. Por un lado, las instituciones son flexibles y resistentes, pero también son muy frágiles. El progreso, entendido como ideología, como la soberbia de pensar que hemos llegado a un grado que dominamos todo y ya no hay vuelta atrás, es muy peligroso, porque hace confiar en unas fuerzas que en realidad son inestables. Todo tiene un coste, cualquier decisión humana tiene un coste, lo que hay que ser es muy lúcido para saber qué costes estamos dispuestos a pagar, por unas opciones en vez de otras. Me estoy refiriendo al populismo, al buenismo de pensar que siempre prevalece el altruismo y la bondad entre los seres humanos, pero no es así, y eso también es una enseñanza de los ilustrados. La idea de progreso está en la propia esencia del cristianismo, que parte de la idea de que ha habido un origen, un paraíso perdido donde todo era perfecto, y que a través de los errores o el pecado, el ser humano se ha deteriorado. Eso es falaz, eso es lo que desmonta el pensamiento ilustrado. No habría que hablar de un eterno retorno, pero sí de zig-zags. Los seres humanos no nos podemos confiar nunca si queremos tener una sociedad más justa, más igual, y también con mayor libertad. Creo que lo que está más amenazado ahora en nuestro mundo es la libertad individual.

P.- ¿Cree que la ciencia y la tecnología se ha convertido hoy en un nuevo mito o una utopía que puede ser peligrosa? Me refiero a la idea del “transhumanismo” que criticaba usted en su diálogo con José Luis Pardo, la utopía actual de un futuro ser “post-humano”, perfeccionado por la ingeniería genética e incluso inmortal.

R.- Creo que la ciencia ha sido lo fundamental en nuestra cultura y nuestra civilización, todo ese proceso que empieza en la Baja Edad Media y va creando un método de conocimiento de la realidad que nos permite interactuar con ella, y no vivir pendientes del rayo que cae o del castigo de los dioses con un terremoto. Es decir, la enseñanza griega, la enseñanza de que las cosas tienen un porqué de manera natural, y conocer ese porqué nos permite vivir mejor. El avance científico y el tecnológico que va casi siempre unido antes o después me parece justo el signo de nuestra cultura. Ese optimismo cognoscitivo al lado de un pesimismo antropológico existencial que existe desde los griegos… Ahora, me preocupa en los tiempos actuales que eso se ha convertido en un mito, tendemos al mito, tendemos a que ese pensamiento imaginario nos tranquilice con respecto al porvenir. Por eso mismo tiene sentido este ciclo, un ciclo de humanidades, de historia de las ideas sobre lo que ha conformado toda nuestra cultura, que ha sido muy dificultoso, no ha sido un paso lineal en absoluto. Lo que estamos experimentando es un cierto mito de que se pasa prácticamente del hombre prehistórico al hombre tecnológico, sin explicar el desarrollo de toda nuestra cultura, que ha sido al fin y al cabo la fundadora de los derechos humanos, la fundadora de la libertad como valor para el individuo y para las sociedades, y de que tenemos que articular la libertad con el orden, o con un cierto orden, a través de las instituciones y la educación, para poder sobrevivir. Es muy preocupante que la historia, las humanidades, y el pasado se olvide en función de un mito que proyecta hacia el futuro la idea de un hombre perfecto e incluso inmortal. La perfección es siempre peligrosa, el mito del Progreso con mayúscula, de alcanzar la perfección, en la experiencia histórica es lo que nos ha conducido siempre al genocidio y a la destrucción.

P.- ¿Cómo cree que la formación en historia y en general en las humanidades pueden ayudarnos a afrontar los desafíos de nuestro tiempo?

R.- Yo no tengo soluciones. Únicamente podemos insistir en que la educación es fundamental. Creo que el hecho de que tengamos unas élites políticas que dan la espalda a la cultura y solo se preocupan del corto plazo y de los resultados políticos y económicos es bastante grave. Pero coincido en algo que expresó muy bien Julián Marías: “por mí que no quede”. Vamos a hacer todo lo posible en la resistencia, la lucha por ese humanismo, por saber, como dice uno de los últimos neurobiólogos que he estado leyendo, que somos genes y somos memoria, somos pasado, somos historia… Tenemos el diseño del cerebro, que nos viene dado de nacimiento, pero lo que hacemos con esa gran herramienta, con su plasticidad y flexibilidad, ya depende más de dónde hemos estado, de dónde vamos estando, de qué pasado y qué historia hacemos… Insistir en ello es fundamental, intentar que las élites no estén de espaldas a esta profundidad de las humanidades, pensar que nos ha costado tanto llegar al gran desarrollo del que disfrutamos ahora. Las distopías sobre las que dialogábamos con José Luis Pardo en la conversación que cerró el ciclo son muy elocuentes porque efectivamente han ocurrido, no son imaginación, sino que a veces son realidades históricas. No tengo soluciones, pero sí puedo decir que todas las épocas tienden a pesar que la suya es la definitiva del apocalipsis. Supongo que esto nos viene de toda la influencia del cristianismo e incluso de antes, del caos que se impone sobre el orden… Sin embargo, a pesar de todo, el ser humano ha salido adelante.