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La historia de las ideas, firmemente asentada en la historia social, tiene pocos momentos de cambio absoluto. Uno fue el paso del paganismo al cristianismo, por ejemplo; otro, el abandono del mundo tradicional (el mundo «encantado» le llamaba Weber) por el moderno, en el Renacimiento. A finales del siglo XVIII se produjo una tercera transformación que comenzó con el nombre de Ilustración y acabó con el de Romanticismo. Aunque son dos momentos diferenciados, Ilustración y Romanticismo forman un par indisociable. En Diderot o en Burke están ya los gérmenes de Novalis o de los hermanos Schlegel porque lo que se estaban jugando era el abandono de la trascendencia. Hay un momento de indecisión, antes de la Revolución francesa, que luego se desliza velozmente a partir de las guerras napoleónicas hacia el mundo técnico y democrático. Ese breve periodo es en el que se centra esta conferencia.