Los frutos compartibles de la cultura clásica son aquellos asuntos que despiertan (y han despertado ininterrumpidamente durante siglos) un consenso amplio. La felicidad como un objetivo personal y social es probablemente su fruto perfecto. Tiene los atributos mejores de aquel momento idealmente equilibrado: es un anhelo de la humanidad, entendida como el cumplimiento logrado de la cultura en cada persona. La felicidad se define en abstracto en la filosofía, se concreta personalmente en la poesía y se hace visible en formato grande sobre el lienzo de la historia. Esta felicidad cultural es una meta alcanzable. Puede enseñarse, porque es una virtud, suma de distintas virtudes parciales.

En esta conferencia podrán apreciarse, con la inmediatez que comunica la literatura, algunos puntos que los escritores del mundo antiguo plantean en primera persona: la cuestión de los límites, la búsqueda del bien y el alejamiento del mal, la moderación como punto áureo, la noción de excelencia, la proximidad con la naturaleza, la sencillez, la serenidad y, en fin, la representación de todo esto mediante la sonrisa…

La formulación concreta de la felicidad llega aliada con un lenguaje bello, pues ambos rasgos son propios de la Roma clásica, que transmite muy decantado el proyecto griego. En algunos personajes del ámbito de César y de Augusto podrán observarse las posiblidades de la felicidad, que entonces se enunció como una propuesta universal, lo que explica su vigencia para nuestro momento. Se buscarán equivalencias a los términos clásicos de felicidad en algunos conceptos actuales. También se destacará la diferencia fundamental para que estos mensajes antiguos sean eficaces hoy: en el mundo clásico no se enseñaban textos literarios que hablaban de felicidad, sino que se enseñaba a ser feliz mediante textos literarios. Así, la felicidad clásica no es más que la perfección de lo humano.

Presenta: María José Muñoz Jiménez
Catedrática de Filología Latina
Departamento de Filología Clásica
Universidad Complutense de Madrid